Convocatorias — 10/04/2012 a 1:55 pm

Martes 17 de abril 19:00 H en Uvièu

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Supermercados y centros comerciales

En nuestras ciudades y pueblos cada vez hay más grandes superficies comerciales y supermercados por habitante. Pensaríamos que es una ventaja tener en un solo sitio todo aquello que necesitamos: productos de alimentación y limpieza, o tiendas de ropa, cines, bares, boleras, etc.

Aparentemente las ventajas están a la vista; en cambio, las consecuencias que este aumento de centros comerciales tiene para la producción de alimentos local y para el comercio tradicional y de barrio son más difíciles de reconocer. Se nos ocurren algunas: las frutas y verduras que antes comprábamos en el mercado y que cultivaba en su huerto la misma persona que nos las vendía o los embutidos de la carnicería de la esquina, que hacía la carnicera, pasan a ser alimentos empaquetados que vienen de cualquier lugar del mundo. No sabemos quién los produce (seguramente trabajadoras inmigrantes con salarios de miseria), cómo se producen (el uso de pesticidas, plaguicidas, aditivos, conservantes y colorantes está a la orden del día) o en qué condiciones.

¿Por qué las cadenas de supermercados no compran a las agricultoras y ganaderas locales su producción? Una de las causas puede ser el hecho de que entre sus objetivos no está preocuparse por la producción local sino bajar costes y aumentar sus beneficios, para lo cual buscan en todo el planeta recursos naturales y trabajadoras a quienes explotar y lograr, con ello, el mayor provecho posible.

Por otro lado, el control de la distribución de alimentos está en manos de unas pocas empresas, de hecho solamente cinco empresas controlan el 55 por ciento de las ventas de alimentos en el Estado español. Carrefour, Mercadona, Eroski, Alcampo y El Corte Inglés están entre las ocho empresas más importantes del mercado de la distribución alimentaria.

¿Qué quiere decir esto? Por una parte, que apenas consumimos alimentos comprados fuera de los grandes centros comerciales; y por otra que esas empresas tienen en sus manos nuestros alimentos y pueden subir y bajar los precios, acapararlos, hacer que desaparezcan del mercado o que nos resulten imprescindibles.

¿Cómo lo hacen? A través de las llamadas “centrales de compra”, concentradas en unas pocas multinacionales, que les permiten negociar con los proveedores de forma abusiva: fijan los precios de compra; exigen mercancías gratuitas en las primeras entregas y bonificaciones a final de año; les cobran por ser catalogados, por exponer en lugar privilegiado, para financiar campañas de promoción, para figurar en los catálogos, para ayudar a sufragar nuevas superficies o remodelación de las antiguas…
O por medio de las marcas blancas, que son productos que se venden como alimentos más baratos que las marcas industriales que también ofrece el establecimiento, pero el ahorro se consigue abaratando aún más el precio y flexibilizando las condiciones de pago. Estas ofertas suelen usarse como gancho para fomentar la fidelidad al establecimiento y gastar más dinero en productos que no se iban a comprar.

Mercadona, ¿empresa líder en el sector?

Mercadona es una compañía de distribución, integrada dentro del sector de supermercados, de capital 100% español. Está presente en 46 provincias de 15 comunidades autónomas con una red de 1.356 supermercados.

Durante el 2011, alcanzó una facturación de 16.448 millones de euros, cifra que la convierte en la primera cadena española de supermercados. Tiene una plantilla de 70.000 personas en toda la cadena.

En 1993 implantó el sistema SPB (Siempre Precios Bajos), eliminando así la inversión en publicidad y las ofertas, al tiempo que pone en marcha sus propias marcas blancas: Hacendado, Deliplus, Bosque Verde… (que suponen el 55,6% de su facturación), lo que ha supuesto el inicio de una auténtica guerra abierta con las principales marcas españolas.

Juan Roig, presidente de la empresa, bajo una falsa imagen de cercanía personal insta a las trabajadores/as a adquirir compromisos con la empresa. Mercadona dispone de una estructura sindical basada en un mayor puesto de importancia según un mayor grado de sumisión, impregnada por el amarillismo sindical (el ultraderechista Sindicato Independiente) junto a una selección de personal estudiada milimétricamente. ¿Resultado? Poca conflictividad en la plantilla. Sin embargo, de cara al público Mercadona vende una imagen bien diferente y Roig ha hecho gala de ser un empresario caracterizado por el trato ético hacia sus trabajadores.

Sin embargo, su postura con respecto a la reforma laboral es muy clara. En declaraciones recientes a la prensa, ha dicho: “Estoy completamente de acuerdo con la reforma laboral, yo habría ido mucho más lejos”. Y ha puesto como ejemplo a los “bazares chinos”: “Cada vez hay más bazares chinos porque tienen la cultura del esfuerzo que no tenemos en España”.

La otra cara de la moneda

En marzo-abril de 2006 los trabajadores del centro logístico que la empresa tiene en de Sant Sadurní d´Anoia (Barcelona), unos 2.000, inician una huelga. Sus demandas pasan por la readmisión de cuatro delegados sindicales despedidos, el cese del acoso laboral, el respeto de las normas de seguridad y salud laboral, reconocimiento de la sección sindical de CNT y respeto de la libertad sindical y otras pequeñas mejoras como considerar tiempo de trabajo efectivo y remunerado el tiempo de bocadillo a media jornada.

Este fue el comienzo de una serie de denuncias y campañas (Mercacoso, organizadas por la CNT en su mayoría) por acoso, despido de sindicalistas, mujeres embarazadas, huelguistas, personas inmigrantes… en supermercados de Mercadona de todo el Estado español (Andalucía, Galicia, Canarias, Valencia, Granada, Asturies; Málaga, Madrid, Valladolid, Zaragoza o Euskadi).

Mercadona en Asturies

Sin embargo, y a pesar de las denuncias y los juicios perdidos por la empresa, aún escuchamos que Mercado es una excepción y que su política de precios bajos nos permite ahorrar en nuestra cesta de la compra. Y que es positivo que abran sus puertas muchos más supermercados en las ciudades. Mercado tiene en Asturies 23 supermercados…

Pero no podemos olvidar a costa de qué y de quienes obtenemos esos productos:

-de trabajadoras y trabajadores acosados; los casos más recientes en Granada, Córdoba o Valencia.

-de personas inmigrantes explotadas. Los empresarios aprovechan la inseguridad de estas personas para convertirlas en doblemente explotadas: necesitan un contrato de trabajo para acceder a los papeles y para conseguirlo tendrán que aceptar las condiciones de trabajo más miserables.

-de agricultoras y agricultores locales que no pueden competir en el mercado. En Asturies, en los últimos 20 años, se han perdido más de 20 mil puestos de trabajo en el medio rural.

-de pequeños comerciantes que acaban teniendo que cerrar, cada día, en los últimos 10 años, se han cerrado 11 tiendas tradicionales. Por cada supermercado que se abre se pueden perder hasta 276 puestos de trabajo, en cuatro años, en un radio de 15 km.

-del consumo de alimentos basura, de los que desconocemos su procedencia y la forma en la que fueron producidos…

¿Hay alternativas?

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a decidir cómo producir y distribuir sus propios alimentos, garantizando la alimentación de todas las personas. Este derecho se sostiene en el trabajo de los pequeños y medianos productores: campesinos y campesinas, pescadores, etc., que son quienes mantienen la producción de especies autóctonas basándose en los conocimientos tradicionales y en el sostenimiento de la biodiversidad.

En Asturies hay una red de pequeñas productoras, dedicadas a la agricultura y la ganadería ecológicas, que tratan de mantener unas formas de producción y de vida en un medio rural camino de la despoblación.
Estas y otras muchas personas son la respuesta a algunas de las preguntas que nos hacíamos antes: nos proporcionan alimentos sanos; cuidan el entorno; mantienen las tradiciones culturales y los saberes populares.