Colombia, Latinoamérica, Noticias — 05/05/2010 a 1:00 pm

Mataron a Henry, no pasa nada.

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Henry era humilde, cristiano y medio indio. Estudió en el Instituto Bíblico de una ciudad del altiplano y se marchó a alfabetizar a Puerto Inírida, un pueblo alejado de todo en las llanuras del Orinoco, donde se juntan Colombia, Venezuela y Brasil.

Unos años después regresó a su tierra del Tolima. Fue Inspector de Policía en una aldea, pero lo dejó por un trabajo en la industria y pasó a ganarse la vida lavando botellas en la fábrica de licores.

Duras jornadas y poco salario. Se afilió al sindicato y llegó a ser su presidente. Asumió la defensa de las rentas públicas de los licores con las que se paga el sueldo de los maestros de escuela. Entonces lo amenazaron de muerte. Tras muchas presiones y comprobado el riesgo para su vida, el gobierno accedió a ponerle un pequeño esquema de seguridad.

Asturias lo acogió perseguido en julio del 2003 junto a otros tres sindicalistas condenados a muerte por los grupos paramilitares: Germán, que reemplazaba al presidente asesinado del sindicato de obreros de la refinería de petróleos en Cartagena de Indias; Luis Enrique, técnico y sindicalista de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, amenazado por luchar contra su privatización, y Alfonso, maestro de escuela y poeta, amenazado por defender la educación pública.

Los cuatro residieron un par de meses en la ciudadela de Perlora donde el personal de servicio les tenía especial aprecio. Luchaban, cada uno en su tierra, contra las privatizaciones. Luego el ayuntamiento de Gijón, en un gesto solidario, les facilitó un piso para residir unos meses, la misma casa que habitaría Luciano medio año después.

Henry retornó en diciembre del 2003 a Colombia y poco después dejó el sindicato y la empresa. Se metió a la política y salió elegido concejal de la ciudad de Ambalema por el partido Liberal. Inició la lucha contra la corrupción y le quitaron el esquema de seguridad. La noche del domingo 11 de abril del presente año, mientras veía la tele con su hijo pequeño en la sala de su casa, un sicario a balazos le quitó la vida.

Con Henry ya suman 25 los sindicalistas asesinados en mi país este año, 49 el año pasado, más de 600 durante los dos gobiernos de Uribe Vélez, en muchos casos con la participación directa o con la colaboración de miembros de la fuerza pública. Pero nuestros muertos aquí sólo son cifras y a algunos les amarga el vermú que insistamos en denunciar la persecución y el genocidio sindical. Exagerados que somos los monotemáticos refugiados colombianos.

El gobierno de España a través de su Ministro de Exteriores y el presidente del PP afirmaron hace poco que Colombia es una democracia ejemplar y el presidente Uribe un campeón de los derechos humanos. ¿Que allí se asesinan sindicalistas? No pasa nada. “En el mundo todos los días matan gente” nos dijo un agudo observador antes de la marcha del primero de mayo.

Colectivo de Colombianos Refugiados en Asturias “Luciano Romero Molina”