Asia, Noticias, Oriente Medio — 16/04/2015 a 11:51 am

Tropas españolas en Iraq ¿para qué?

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no a la guerra

 
 
Pedro Rojo 
Al Fanar
 
 

El ejército español ha vuelto a Irak diez años después. Los primeros 150 soldados españoles ya están en Bagdad. Su labor es entrenar al Ejército iraquí, una institución creada desde cero tras la disolución del ejército baacista por la ocupación estadounidense en 2003.

¿Qué se ha hecho en estos 12 años? ¿En qué se ha invertido el presupuesto iraquí? En total más de un billón de euros desde el principio de la ocupación. Solo en 2015 el presupuesto de defensa es de 9.008 millones de euros ¿Qué ejército crearon los militares estadounidenses para que esté hoy en esta situación?

El origen del problema se remonta a la Orden 2 del procónsul de la ocupación Paul Bremer, según la cual disolvió, contra el consejo de sus asesores militares, todos los aparatos de seguridad del antiguo régimen iraquí.

Los estadounidenses construyeron los nuevos servicios de seguridad apoyándose en las milicias sectarias proiraníes de los partidos que aceptaron participar en el proceso político impuesto por el ocupante. La corrupción endémica de los gobiernos iraquíes — es el quinto país más corrupto del mundo en 2014 según Transparency Internacional — y la politización de las fuerzas de seguridad ha sido un lastre que se ha demostrado demasiado pesado para crear un ejército profesional y eficaz.

La dilapidación de recursos y el reclutamiento de efectivos en base a su filiación sectaria han creado unas fuerzas de seguridad corruptas acostumbradas a la impunidad y a castigar a la población de forma general y a sus “rivales” suníes de forma sistemática.

El nivel de corrupción ha sido tal que al llegar a su puesto en 2014 el nuevo primer ministro Haidar al Abadi descubrió que había cerca de 50.000 efectivos de las fuerzas de seguridad que no existían pero que recibían su salario como supuestos militares.

Las violaciones de derechos humanos de las fuerzas de seguridad que va a entrenar el ejército español y sus milicias han sido denunciadas por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas: “el Consejo ha recibido informes de violación de derechos humanos y la ley humanitaria cometidos por las Fuerzas de Seguridad Iraquíes y los grupos armados que luchan contra el Estado Islámico de Irak y Levante, que incluyen ejecuciones arbitrarias de detenidos”.

Amnistía Internacional denunciaba en octubre del año pasado que “La existencia de estas milicias sectarias al margen de la ley son una causa y un resultado de la creciente inestabilidad del país. Impiden cualquier posibilidad de crear unas fuerzas de seguridad que realmente defiendan a todos los sectores de la población”. Por su parte, Human Rights Watch (HRW) advertía ya en julio d 2014 que ”se han producido asesinatos sectarios del gobierno y de fuerzas cercanas al gobierno”.

Respondiendo a esta opresión sistemática contra la población, el 25 de febrero de 2011 estalló en Iraq una revuelta popular pacífica equiparable a la tunecina o la egipcia.

Los rebeldes iraquíes, como antes de ellos los egipcios o los tunecinos, exigían “¡suqut al nidam!” [la caída del régimen] y más concretamente el final de las políticas sectarias, de la corrupción, la represión y la injerencia extranjera. Ante la respuesta violenta del gobierno los rebeldes tomaron las armas para defenderse de las fuerzas de seguridad, que por ejemplo, en marzo de 2013 causaron más de 80 muertos en el desalojo de la protesta pacífica de la ciudad de Hawiya.

En enero de 2014 los rebeldes se hacen con el control de la ciudad de Faluya prácticamente sin combatir. En una muestra de la incapacidad del ejército iraquí fueron incapaces de retomar el control en seis meses de esta ciudad estratégica que está a apenas 40 km de Bagdad. Cuando la rebelión se extendió y calló Mosul en junio de 2014 la desbandada del ejército iraquí fue general entregando casi sin combatir buena parte de las ciudades hasta Bagdad.

El Estado Islámico utilizó la misma estrategia que tan buenos resultados le dio en Siria — y ahora en Libia — y aprovechó el caos generado por el enfrentamiento entre los rebeldes y el gobierno en Bagdad para ir haciéndose paulatinamente con el control del territorio.

Tras ocho meses evadiendo involucrarse directamente en el conflicto Estado Islámico obliga a Washington a tomar parte activa tras atacar a principios de agosto la capital del Kurdistán iraquí, Erbil, baluarte económico y de inteligencia estadounidense en la zona.

Con el inicio de los bombardeos el 8 de agosto y la creación de una alianza de 60 países para combatir desde el aire a 35.000 fanáticos enmascarados entre una población civil atemorizada sin resolver la raíz del problema que ha creado el caos en el país, la comunidad internacional solo alargará el conflicto y el sufrimiento del pueblo iraquí.

Para recuperar las zonas controladas por Estado Islámico, mayoritariamente suníes, el gobierno de Bagdad ha creado una nueva milicia paramilitar, Al Hashad al Shaabi [Movilización Popular] acusada por organizaciones internacionales de derechos humanos como HRW de “aumentar la escalada de violación de derechos humanos y cometer posibles crímenes de guerra”.

Por el momento, los frentes militares responden más a razones sectarias — controlar el eje que une la ciudad santa chií Samarra con Bagdad y la provincia de Diala fronteriza con Irán — y en el norte localidades de importancia estratégica para los kurdos.

El propio gobierno estadounidense ha reconocido a través de la portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf que “no podemos ganar esta guerra matándolos. Tenemos que ir a la raíz de las causas”. Y es que aunque la anunciada ofensiva para retomar Mosul prevista para la primavera tuviese éxito, ¿qué fuerzas gestionarán la seguridad de las ciudades liberadas? ¿El mismo ejército sectario contra el que se han levantado sus habitantes? ¿Habrá tiempo en la formación impartida por los militares españoles para enseñar el respeto a los derechos humanos y el gobierno de la ley?

Para solucionar las causas que han creado el vacío de poder del que se ha permitido la creación y crecimiento de Estado Islámico hace falta un cambio político radical.

La promesa de armar a tribus suníes sin ningún tipo de legitimidad en las zonas en conflicto no hará más que repetir el escenario libio. Sin la creación de un verdadero gobierno de unidad nacional, lejos del sectarismo y la actual tutela iraní, es imposible pensar en unas fuerzas de seguridad profesionales que cuenten con el apoyo de la población, única posibilidad real de erradicar totalmente al Estado Islámico y devolver Iraq a la senda de la estabilidad y el gobierno de la ley.