Argentina, Documentales, Latinoamérica, Libros, Noticias — 12/06/2016 a 5:53 am

A 60 años de los fusilamientos de la “Operación Masacre” (los hechos, el libro y la película)

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Esta semana se cumplieron 60 años de los fusilamientos clandestinos en la Argentina contra doce civiles (siete de los cuales sobrevivieron) que participaron del levantamiento contra la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu. Este asesino sería posteriormente secuestrado y ajusticiado, en 1970, por militantes de la organización guerrillera Montoneros, en lo que fue su primera acción pública.

Presentamos a continuación el libro de Rodolfo Walsh, para descarga directa, y la película homónima de Jorge Cedrón. También para descargar, adjuntamos el ejemplar del órgano montonero donde l@s guerriller@s explican cómo ejecutaron al gorila Aramburu y un libro sobre el bombardeo contra Buenos Aires por parte de los milicos genocidas.


Se cumple esta semana el 60º aniversario de los sucesos represivos ocurridos en 1956, en el marco del frustrado levantamiento peronista del General Juan José Valle -en contra de la dictadura- y realizados clandestinamente contra dieciocho civiles peronistas y no peronistas, de los cuales cinco murieron fusilados en los basurales de José León Suarez, en el partido de General San Martín, y otros seis en el partido de Lanús.

Previamente, en septiembre de 1955, se había llevado a cabo un golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, imponiendo una dictadura cívico-militar autodenominada “Revolución Libertadora”. Luego, hacia el interior de esta, se produjo un nuevo golpe que removió al General Lonardi e instauró una dictadura aún más represiva con el General Pedro Eugenio Aramburu a la cabeza.

Uno de los principales objetivos de la Revolución Libertadora fue la “desperonización del país“, por lo que se investigó y en algunos casos se procesó a los funcionarios del gobierno derrocado, se intervino la CGT, se destruyeron todos los símbolos del peronismo que habían sido incorporados al aparato del Estado y se llegó a prohibir la sola mención del nombre de Perón, quien pasó a ser llamado en los medios como el “ex presidente“, el “tirano prófugo” o bien “el dictador depuesto“. El peronismo contestó con una serie de huelgas y sabotajes, iniciando lo que dio en llamarse la Resistencia Peronista.

El instinto genocida y el odio de los militares gorilas contra todo lo que oliera a peronista se había podido acreditar un año antes, cuando se produjo el bombardeo y ametrallamiento de la Plaza de Mayo, cometido el 16 de junio de 1955. Ese día, un grupo de militares y civiles opuestos al Gobierno del presidente Juan Domingo Perón intentaron asesinarlo y llevar adelante un golpe de Estado y, si bien fracasaron en su propósito, durante el mismo varios escuadrones de aviones pertenecientes a la Aviación Naval, bombardearon y ametrallaron con munición aérea de 30 mm, entre otras la Plaza de Mayo, la Plaza Colón y la Casa Rosada, así como el edificio de la CGT (Confederación General del Trabajo) y la entonces residencia presidencial, matando a 308 personas e hiriendo a más de 700.

Exactamente tres meses después, el 16 de septiembre de 1955, los generales Lonardi y Aramburu conseguirían derrocar a Perón.

La semilla maldita y criminal estaba sembrada: durante las siguientes tres décadas los mismos militares que bombardearon la capital argentina protagonizarían todos los golpes de estado y las masacres que asolaron a varias generaciones de luchadores sociales.

El levantamiento de Valle en contra de la dictadura se produciría alrededor de las 23 horas del 9 de junio del 56. Las órdenes para los militantes eran escuchar la esperada pelea de boxeo en ese horario y esperar a oír la proclama revolucionaria para actuar. Pero la operación falló al ser detenidos media hora antes los encargados de transmitir la señal en Buenos Aires. Alertadas las fuerzas de seguridad, el levantamiento fue rápidamente contenido. Sólo unos pocos objetivos fueron tomados y esa misma noche la mayoría de los sublevados fueron detenidos.

Uno de los puntos de reunión de los sublevados sería justamente la casa ubicada en la calle Hipólito Yrigoyen 4519, en Florida, donde se reunirían los civiles posteriormente fusilados a sangre fría en el basural de José León Suarez. En el lugar serían detenidos doce hombres (10 durante el allanamiento y 2 posteriormente), entre ellos, peronistas y no peronistas opositores a la dictadura, ex-militares, y hasta un desentendido del levantamiento, Juan Carlos Livraga, quien había ido a escuchar la pelea solamente.

Los diez detenidos fueron llevados con un trato brutal a la Unidad Regional San Martín. Es ahí donde se enterarían del fracaso de la insurrección y de la declaración de la ley marcial por parte del almirante Rojas, el cual había quedado a cargo de la represión.

Posteriormente, llegó la orden de fusilamiento por parte del jefe de Policía bonaerense Desiderio Fernández Suarez. Con una total improvisación que expone la clandestinidad de la acción represiva, se intentó primero llevarlos al Liceo Militar de San Martín para fusilarlos, pero desde ahí se negaron a colaborar. Entonces, el jefe de Unidad Rodríguez Moreno buscaría confirmar la orden llamando nuevamente a Fernández Suárez, quién la ratificó y exigió que se fusile a los insurrectos de inmediato, en cualquier lugar.

Subieron, entonces, a los detenidos a un camión para trasladarlos a algún sitio oportuno. Los descendieron en algún punto de la ruta 8 y los hacen caminar a punta de pistola hacia un basural. Los detenidos intentaron escapar, se dispersaron, y los policías dispararon. Siete quedarían en el basural, cinco efectivamente asesinados y dos son dados por muertos, mientras otros cinco consiguieron escaparse del lugar.

Los fusilamientos clandestinos permanecieron desconocidos hasta que el periodista Rodolfo Walsh descubrió e investigó los que se habían producido en León Suárez, publicando su investigación en 1957 a través de un relato histórico  novelado, bajo el título de “Operación masacre”.

A partir de estos brutales actos de represión en los que incurrió el proceso dictatorial iniciado en 1955, la “Revolución Libertadora” pasó a conocerse como la “Revolución Fusiladora”.

Años después, el 29 de mayo de 1970, Día del Ejército Argentino, el gorila Teniente General Aramburu fue secuestrado, juzgado y ejecutado de un tiro de pistola, en lo que fue la primera acción pública del grupo guerrillero Montoneros. Según explicaron en 1974 en un reportaje de la revista “La Causa Peronista” los dirigentes de “la Orga” Mario Firmenich y Norma Arrostito, fue condenado en “juicio popular revolucionario” por su accionar durante el Golpe de Estado de 1955 y los fusilamientos de José León Suárez de 1956.

El secuestro y asesinato de Aramburu produjo la caída del presidente de facto, el General Juan Carlos Onganía y su reemplazo por el General Roberto Marcelo Levingston.

Años más tarde, el 25 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh, fundador de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), moriría combatiendo a otra dictadura. Su cuerpo fue visto en la Escuela de Mecánica de la Armada, luego que un grupo de tareas, en el que se esforzaba el capitán Alfredo Astiz, lo emboscara en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. Walsh iba disfrazado de anciano repartiendo en los buzones la “Carta de un escritor a la Junta Militar”. Antes de caer, solo, llegó a disparar su pistola calibre 22. Acá la puedes escuchar:

Operación Masacre: El libro.

“Operación masacre”, de Rodolfo WalshNovela non fiction (Ed. DE LA FLOR)

Este libro narra detalladamente los hechos que desencadenaron en el asesinato brutal e ilegal, en descampados de José León Suárez, de un grupo de civiles relacionados y, en algunos casos, completamente ajenos a la sublevación de los generales Tanco y Valle en 1956 contra el régimen de facto que había quitado a Perón del poder en 1955.

Rodolfo Walsh es considerado pionero en la escritura de novelas testimoniales, mejor conocidas dentro del género de “no ficción. En ella existe un pacto entre el lector y el escritor diferente con respecto al que hay cuando hablamos de literatura. En la non fiction, el escritor contará una historia que efectivamente ocurrió, a partir de la cual el autor narrará desde una investigación previa de la misma. Walsh nos ofrece una recopilación detallada, ordenada y cronológica de los hechos mediante la forma de una novela. Sin lugar a dudas, el resultado no es más que una subjetivación de los hechos ocurridos por parte del autor, pero esto sucede debido a la estrecha relación que existe entre el género y el informe periodístico.

Mediante “Operación masacre” el autor busca hacer pública una denuncia de los resultados que revelaron su investigación: el asesinato de los civiles mencionados tuvo lugar varias horas después de que se anuncie la implementación de la ley marcial.

A lo largo de la novela abundan tanto hechos narrados y diálogos como información precisa de lugares, comentarios, testimonios de personajes sobrevivientes y sucesos institucionales. Rodolfo Walsh utiliza varios elementos de denuncia que demuestran y legitiman su exhaustiva investigación y son fácilmente comprobables. Por ejemplo, cita el registro de actividad de Radio del Estado con la inclusión de fechas y horarios precisos para dar cuenta de la no-legalidad en el accionar de las fuerzas del Estado.

Walsh hace uso de peculiares técnicas narrativas que consolidan su obra dentro del género de novela testimonial. Divide el texto en tres ordenadas partes. Cada una está subdividida en capítulos. En ellas presenta, primero, la historia de cada víctima y sus conexiones entre sí. Luego, narra detalladamente los hechos, seguido de una recopilación de las evidencias que los confirman.

“Operación masacre” es una fiel prueba de la rebeldía y valentía que caracterizaba a Rodolfo Walsh. En medio de una Argentina convulsionada por abusos de gobiernos de facto, el escritor publicó tan solo un año después de consumados los hechos el libro que no solo contaba, sino que contenía pruebas de sobra que comprometían a los culpables. Su lucha contra el terrorismo de estado le costó la vida. Sin lugar a dudas, su mensaje no ha sido callado y esta novela mantiene vivo para siempre el espíritu de conciencia y rebeldía popular necesario para que hechos tan nefastos no vuelvan a ocurrir.


Operación masacre: la película

La película fue filmada en la clandestinidad, dirigida por Jorge Cedrón en 1972 y con guión de Rodolfo Walsh y Jorge Cedrón. Rescata para el conocimiento real de la historia argentina y latinoamericana los fusilamientos en 1956 de humildes trabajadores peronistas que adherían al levantamiento del General Juan José Valle, también fusilado.

El largometraje fue realizado durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse y ocultado a través del tiempo. Rodolfo Walsh realizó una investigación periodística y -a través de sobrevivientes-, reconstruyó los hechos verdaderos que se sintetizaron en el libro Operación Masacre. Años después, en 1972, Walsh y Cedrón realizaron esta película, en la que el sobreviviente Julio Troxler se recrea a si mismo y relata los sucesos. Troxler también actuó en la película Los hijos de Fierro, de Fernando Pino Solanas.

A poco de terminar la filmación de Por los senderos del Libertador, Cedrón comenzó a rodar Operación masacre. Con actores de la talla de Norma Aleandro, Carlos Carella, Walter Vidarte y Víctor Laplace y con la “financiación indirecta” del poder de turno, El Tigre Cedrón llevó a cabo la primera experiencia de cine político filmado en la clandestinidad. Pronto seguirían sus pasos Raymundo Gleyzer con Los traidores y Pablo Szir con Los Velásquez (nunca estrenada). La tarea no era fácil: los actores y el equipo se jugaban la vida cada día de rodaje.

“A veces suspendíamos la filmación porque nos parecía que alguien se había dado cuenta”, rememora Patricia Walsh. “Se sintió muy fuertemente que éramos un equipo, filmando en condiciones muy duras. Pero éramos todos muy jóvenes, no teníamos miedo. Lo pasábamos muy bien, vinculaba un montón de cosas nuestras: la militancia, las ideas de cambio, el cine y la juventud”.

Martín Coria, uno de los actores de la película, recuerda “de los personajes históricos que había en la época, ahí estaba trabajando Julio Troxler, que había sido uno de los sobrevivientes y que después mató la Triple A. Vino Santucho una noche. Llegaban noticias de lo de Chile, de Allende. Había una efervescencia en toda América. Era una época en que estaba todo convulsionado, entonces era muy difícil mantenerse al margen de todo eso”.

Operación masacre se exhibió clandestinamente en barrios, villas, iglesias y escuelas. “Es un cine que empieza a pasarse en una cantidad de lugares donde lo que se promueve con pasar la película es el compromiso político”, comenta Patricia Walsh. “Así como mi padre había dicho: ‘escribo este libro para que actúe’, se filma Operación masacre para que actúe. Y realmente la película fue un instrumento extraordinario para la incorporación de una gran cantidad de jóvenes a la izquierda peronista. No se pasaba la película sólo como denuncia de los fusilamientos del ‘56, sino como una lectura de lo que era aquel presente del ‘72, ‘73, y se promovía luego un debate acerca de lo que se había visto para ir sumando jóvenes a la militancia política”.

Con este fin, la película no se limitaba a narrar la historia relatada por Rodolfo Walsh en el libro, sino que agregaba un epílogo en el que Julio Troxler (uno de los fusilados que habían sobrevivido e interpretaba su propio papel en el film) hacía un recorrido por la evolución de la lucha popular desde el momento de las ejecuciones hasta esos años y su proyección a futuro, mientras se mostraban imágenes ilustrativas (Cordobazo, secuestro y asesinato de Aramburu, Montoneros, etc.).

El director, Jorge Cedrón, El Tigre Feroz  (Por Anabella Castro Avelleyra)

De chico parecía que iba a ser futbolista. También tenía madera para galán de telenovela. Él, en cambio, se decidió por la dirección. Jorge Cedrón era un hombre que se movía con sagacidad entre el mundo del poder y el de la revolución, hasta que un turbio incidente en una comisaría francesa calló su voz para siempre. Su hija Lucía, su hermano el “Tata”, Patricia Walsh, Hugo Álvarez y Martín Coria compartieron con Sudestada sus recuerdos sobre este hombre que hacía cine para la liberación.

Mediaba el año 1971, era de noche, y el hall del teatro Coliseo estaba abarrotado de granaderos, coroneles, generales, fotógrafos y periodistas. El motivo era el estreno de una película sobre San Martín, financiada por el Instituto de Historia Militar Argentina y el Banco Ciudad. Entusiasmado, el presidente Alejandro Agustín Lanusse declaraba a la prensa: “Por los senderos del Libertador es muy positiva, muy satisfactoria. Ésta es una gran película. Una verdadera obra de arte en la cual se ponen en evidencia los valores de quien ha sido su director”. Los fotógrafos disparaban desesperadamente los flashes de sus cámaras. Uno de los fogonazos inmortalizaba la escena: Lanusse posaba al lado de un hombre joven, de civil. Era el director de la “obra de arte”. Se llamaba Jorge Cedrón, pero le decían “El Tigre”. Miraba el reloj de reojo. No quería llegar tarde al rodaje de la película que estaba filmando: Operación masacre.

Con guión de Walsh y Cedrón, Operación masacre marcaba un hito en la historia del cine militante: era la primera película de ficción filmada en la clandestinidad. Cuenta la leyenda que Cedrón se pasó toda la filmación con el ejemplar de Siete Días que lo mostraba en tapa junto a Lanusse bajo el brazo, como salvaguarda. La misma leyenda cuenta que en una oportunidad se emborrachó con el general Tomás Sánchez de Bustamante con el fin de sacarle uniformes y armas del ejército para usarlas en el rodaje.

Yerno de Saturnino Montero Ruíz -presidente del Banco Ciudad e intendente de Buenos Aires durante la dictadura de Lanusse-, Cedrón se movía constantemente en este tipo de dualidades. A través de su suegro consiguió el trabajo de dirección en la película sobre San Martín, y con ese dinero financió la filmación de Operación masacre. Una movida audaz, peligrosa. El Tigre serpenteaba entre dos mundos, casi como un Robin Hood moderno: le sacaba fondos a los militares de turno para hacer un cine que se proponía cambiar ese estado de cosas.

Según su hija, Lucía, esto no le generaba ningún tipo de conflicto interno: “¿Cómo vivía tener que hacer comerciales, publicidad, promoción para el Banco Ciudad y en paralelo ‘Por los senderos del Libertador’ bancada por los milicos, por el Instituto Sanmartiniano, y Operación masacre? Tranquilísimamente. Creo que no debe haber pestañeado ni una vez por eso, no creo que le haya planteado ningún tipo de problema ético o moral. Al contrario, eso permitía financiar las películas que le parecían valer la pena. No tenía ningún tipo de miedo, ni de pudor, ni de nada, era legítimo y no tenía ningún problema al respecto”. Coincide Hugo Álvarez, uno de los protagonistas de Operación masacre, al recordar que “él no lo veía como una contradicción, al contrario, nunca lo vi culposo, para nada. Además él iba para adelante, porque lo criticaras no iba parar, sino para darte una trompada”.

Por su parte, a Miguel Pérez, montajista de Cedrón, le parece que “Jorge vivía con mucha culpa esta cosa de estar haciendo algo que lo comprometía con el régimen de Lanusse. Entonces creo que Operación masacre era como una forma de expiar eso”.

Patricia Walsh, miembro del equipo de producción de Operación masacre, piensa que “esa complejidad de las cosas que hacía El Tigre Cedrón, que tenían involucradas a personas y a intereses que eran completamente antagónicos, pero que lo ponían a él en un lugar de ser amigo de unos y de otros, familiar de unos y de otros, e incluso lograr por parte del poder militar el dinero para financiar un cine que pertenecía al campo popular, enemigo de ese poder, creo que terminó colocándolo en una encrucijada”.

El Tigre jugaba con fuego, y lo sabía, pero había aprendido a saltar a través de esos aros encendidos. Lo que le esperaba del otro lado valía la pena. Aunque en ello se le fuera la vida.


Mas información sobre estos hechos se puede encontrar en la excelente web El Ortiba

Rodolfo Walsh