Desplazamiento forzoso y conflictividad en África


Algunos datos para entender su dimensión en el continente.
Por Iván Navarro, Investigador de la Escola de Cultura de Pau. 30/11/2015 Publicado en Africaye

Según los datos publicados en 2014 por la Agencia para las personas refugiadas de las Naciones Unidas (ACNUR), se estima que existen 59,5 millones de personas desplazadas forzosamente de sus hogares, de los cuales 19,5 millones son personas refugiadas (que han huido de sus respectivos países), 38,2 millones corresponden a afric18personas desplazadas internas, IDP (es decir, que se han visto obligadas a dejar sus hogares pero que siguen en el interior de sus estados nacionales), y casi dos millones son solicitantes de asilo. Estas alarmantes cifras representan el peor nivel registrado desde finales de la II Guerra Mundial. Repetimos, ¡desde finales de la Segunda Guerra Mundial!. Un conflicto que, recordemos, implicó a un gran número de las naciones del mundo durante 6 años y dejó un balance aterrador de alrededor de 60 millones de muertos. Sólo durante el 2014, ACNUR contabilizó en 8 millones los nuevos desplazamientos forzosos, o lo que es lo mismo, una media de 42.500 personas al día que tuvieron que huir de sus comunidades a causa de situaciones de violencia generalizada y abusos a los derechos humanos.

Este agravamiento en el número de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares en los últimos años, donde todavía falta por hacer balance del 2015 –que no pinta nada bien-, se relaciona directamente con los altos niveles de conflictividad y violencia en algunas regiones, y específicamente con una situación que responde a la cronificación de los conflictos en Oriente Medio y a la crisis de África central e impacto de grupos yihadistas en África subsahariana.

El impacto de los conflictos en Oriente Medio y en África subsahariana, se observa perfectamente cuando identificamos el origen del desplazamiento forzoso. Algunas cifras extraídas del informe de la ACNUR y de IDMC nos permiten identificar dónde radica el problema:

A diferencia de lo que nos pueden/quieren hacer creer, con la alarma sobre la crisis de refugiados en la Unión Europea, y el debate sobre capacidades de acogida y distribución de cuotas, los países miembros de la Unión no son ni de lejos los que acogen al mayor número de personas refugiadas. Más bien al contrario. Los datos en este sentido también son esclarecedores de una realidad completamente dispar en cuanto a solidaridad y cuotas de acogida se refiere.

Según ACNUR alrededor del 90% de las personas refugiadas viven en países en vías de desarrollo, con Índices de Desarrollo Humano considerados bajos o muy bajos. La Unión Europea, por su parte, sigue dando buena muestra de insolidaridad, negociando con sus estados miembros unas cuotas de acogida de 160.000 personas distribuidas entre 22 estados, donde el Estado español acogerá finalmente a 17.680 personas (14.931 asignados en septiembre de 2015 más los 2.740 asignados en mayo) en dos años. Para que nos hagamos una pequeña idea de lo que significan estas cuotas europeas, la cantidad de personas refugiadas que 22 países de la Unión se han comprometido a acoger en dos años es similar a las personas refugiadas provenientes de Sudán del Sur que acogió Uganda en 2014 (157.100 personas). Uganda, un país que se encuentra en el puesto 164 de 187 naciones considerados en el ranking de desarrollo humano (IDH), colocándose en los lugares más bajos de desarrollo. Los datos globales de acogida de personas refugiadas son esclarecedores al respecto:

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Obviamente, estas cifran de acogida ascienden al 100% cuando hablamos de personas desplazadas internas, ya que permanecen en el interior de los estados donde se padece la crisis. En este sentido, el 77% de las IDP (desplazadas internas, que recordemos duplican al número de personas refugiadas y suman 38,2 millones de personas) se encuentran en tan sólo 10 países, de los cuales la mitad son países del África subsahariana.

Si ampliamos el foco en el África subsahariana, el número de IDP a causa de la violencia (sin considerar los flujos de refugiados), nos ofrece una imagen dantesca de la situación según datos del Internal Displacement Monitoring Center (IDMC).

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Durante el 2014, y según la Escola de Cultura de Pau, se registraron un total de 36 conflictos armados en el mundo, de los cuales 13 de ellos se desarrollaron en África.

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A la vez, el Programa de investigación sobre Conflictos y Construcción de Paz de la ECP, identificó 95 escenarios de tensión en el mundo, que por sus características e intensidad no se consideran conflicto armado, pero que pueden incluir “enfrentamientos, represión, golpes de Estado, atentados u otros ataques, y cuya escalada podría degenerar en un conflicto armado en determinadas circunstancias”. Estas tensiones generan inestabilidad, y en muchos casos desplazamientos de personas. En concreto, en el continente africano se diagnosticaron 38 de los 95 escenarios de tensión, siendo el continente que más casos generó.

En la actualidad, básicamente podríamos decir que los conflictos armados en África, remiten a dos escenarios diferenciados (con todos los matices que esta aseveración supone). Por un lado, aquellos que tienen que ver con actividades de corte yihadista, donde predominan las acciones de grupos como Boko Haram (Nigeria y países fronterizos), al-Shabad (Somalia y países fronterizos), organizaciones yihadistas que operan en la región del Sahel (al Qaeda en el Magreb Islámico/AQMI, Ansar Dine, al Mourabitoun o el Frente por la Liberación de Macina, entre otros) o Daesh/ISIL (Libia). Por otro lado, la proliferación de los conflictos presentes en el África central, donde se mantenían abiertas diferentes guerras en la República Democrática del Congo (regiones de los Kivus), Sudán (regiones de Darfur, Blue Nile y Kordofan Sur), Sudán del Sur o la República Centroafricana.

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Todos estos conflictos aún presentes en el continente africano, que remiten a causas y factores dispares y multidimensionales (cuyas características, dimensiones y orígenes no pretendemos abordar en esta entrada por cuestiones de espacio), representan la raíz de la grave crisis del desplazamiento forzado en el continente.  Una gran paradoja que encontramos en el análisis de la conflictividad armada en África, es que mientras muchos estudios coinciden en señalar que el número de guerras habría disminuido considerablemente en el continente, el número de víctimas civiles y su impacto en la población local (asesinatos, desplazamiento, crisis humanitarias, violaciones de guerra, etc.) habría aumentado. Esta tendencia, es un reflejo de lo que está sucediendo a escala mundial, como bien muestran los datos del Armed Conflict Database.

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Distintas son las razones que inciden en el mayor impacto actual de las guerras en la población civil: la mayor proliferación de armas ligeras que tiene un impacto directo sobre la población, la gran variedad y multiciplidad de actores en los conflictos, la percepción de considerar a las poblaciones civiles como objetivos de guerra debido a que su concepción como base social del adversario, el control de zonas para el enriquecimiento ilícito a través de sus recursos naturales, la intencionalidad de crear la mayor destrucción posible, etc. El impacto de esta terrible realidad en África lo representa actualmente la violencia ejercida contra la población civil por parte del grupo Boko Haram. Según los datos recientemente presentados en el informe anual del Global Terrorism Index, Boko Haram sería el grupo armado que mayor número de muertes ha causado en 2014, por encima del Daesh/ISIL.

La violencia en el continente africano, y su impacto sobre la población civil, suelen pasar generalmente inadvertidas para la mayoría de los medios de comunicación. Basta tan solo un ejemplo de ello: entre los pasados 3-7 de enero de 2015, Boko Haram asesinó a más de 2.000 personas en Baga, al norte de Nigeria. Esta masacre es paradigmática de la poca o nula repercusión que tienen este tipo de sucesos en los medios occidentales, ya que coincidió en el tiempo con el atentado al semanario satírico Charlie Hebdo, en el que fueron asesinadas 17 personas por un grupo vinculado con la red al Qaeda. El ataque en Nigeria apenas generó repercusión mediática –ya no digamos intervención para proteger a las comunidades– , todo lo contrario que el atentado en París. Echando un vistazo rápido en Google sobre el número de entradas que generaron ambos sucesos, nos encontramos con alrededor de 462.000 resultados mostrados para el atentado en Francia, y tan solo 35.000 entradas sobre la masacre en Baga. Ello sin duda, debería ser motivo para una profunda reflexión, aunque durante estos días ya hemos tenido nuevas razones para hacerla.

La raíz fundamental de la crisis del desplazamiento forzoso de personas reside en la naturaleza de la conflictividad armada. Cualquier mecanismo de resolución deberia de partir sin duda de tratar de entender las complejas dimensiones de la guerra en el continente, sus causas, la naturaleza de los actores implicados, la morfología del conflicto. Todo ello representa un punto esencial desde el cual partir para poder diagnosticar las posibles soluciones al mismo.