Latinoamérica, México — 10/03/2016 a 10:09 pm

Doña Trini (de Atenco): Una vez que eres consciente del problema, ya no puedes dar la espalda a otros

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La palabra “Atenco” toca las fibras más sensibles de la historia reciente mexicana. Decir: una represión brutal en pos de un modelo de desarrollo fallido, es como no decir nada. Por abajo, en la cotidiana, la vida de las personas fue trastocada de manera radical. Qué sucedió con ellas? Con esas familias que resistieron entonces? Que resisten aún contra todo pronóstico? Cómo fue ese proceso para una mujer?
Por Eliana Gilet, para Desinformémonos

doña-Trini-inversa-“Mi vida cotidiana estaba dedicada a atender a los hijos, el esposo. Aunque ya tenía algunos pensamientos que me hacían buscar ser diferente a como yo veía el comportamiento entre hombre y mujer. Tenía esa idea de no llevar una vida como la de mi mamá. Siempre quise ser diferente. Hasta que un 22 de Octubre nos sorprende la expropiación de nuestras tierras aquí en Atenco Texcoco”

La de Trini, quien habla, fue una de las tantas familias que de buenas a primeras tuvieron que pasarse a la resistencia. El proyecto de construir un nuevo aeropuerto para la ciudad de México le aterrizaba en medio de su tierra, sus vidas y sus familias.

“Cuando empiezo a participar todavía mi compañero me decía: no quiero que vayas a algunas cosas. Mi hijo todavía estaba chico, tenía 12 años. Además de que estábamos muy al pendiente de él, de mi compañero, por los riesgos que implica que Ignacio estuviera dedicado a la lucha”

Su compañero fue, y es, una de las caras visibles del pueblo que puso cuerpo a la resistencia.

“Me parecía que no era una prevención sino una imposición, me molestaba. Hablábamos del riesgo, pero esa decisión la tomo yo, de una manera conciente y responsable, sí pensando en mi hijo menor, pero debía tomarla. No fue nada fácil ese tiempo, pero seguí caminando”.

¿Qué siguió?

“El motivo de nuestra lucha se amplió, ya no era sólo la defensa de nuestra tierra sino la defensa de la vivienda, el trabajo, de tantas luchas que caminando, se unieron a la nuestra. Si ya estás consciente del problema generalizado que significa el arrebato de nuestros derechos más elementales y humanos, ya no puedes dar la espalda a otros”

La entrada al movimiento implicó doble jornada: en la lucha y en la casa. Atender “lo suyo” como mujer y madre.

El Frente de Pueblos en Defensa por la Tierra fue formando en conjunto a quienes lo habían conformado, aunque suene redundante: “Antes me inquietaba por no saber hacer algunas cosas. Luego aprendí a hacer un volante, un plan de trabajo, hasta usar una computadora. Formamos un círculo de estudio con las compañeras. Sentía que quería comerme el mundo pero no hallaba cómo hacerlo”

Entonces llegó la represión del 3 y 4 de Mayo de 2006. Ese episodio siniestro de la historia mexicana en que el actual presidente de México ordena que se reprima al movimiento social que resistía la construcción del aeropuerto. Un episodio en el que el estado cometió – una vez más – graves violaciones a los derechos humanos, sanguinaria violencia desatada contra la gente, incluso, la violencia sexual como mecanismo de sojuzgamiento. Más de 200 personas fueron encarceladas entonces. Entre ellos, compañero e hijo de Trini.

“Me toca vivir la desintegración total de mi familia, mis hijos, mi compañero. Esa es otro etapa en la que tampoco sé qué hacer. Siento que no me voy a levantar, me traumo, me caigo totalmente. Pienso que todo se acabó. Sin embargo, recuerdo esos días en que casi no dormí, de estar pensando todo el tiempo en ellos, de hacer fuerza para que salieran pronto.”

Trini, como tantos, huyó de Atenco. Creyó que ya no podría regresar.

“Cuando logré volver a este lugar después de la represión me reincorporé al trabajo con las compañeras. Hay algo que te dice que te tienes que levantar, ¿o crees que otros tengan más obligación que tú y harán la lucha por los tuyos?

Su hijo mayor estuvo dos años recluído, su hija perseguida durante 4. Ella regresó a Atenco a fines de 2006.

“Mi temor era encontrarme con la gente que había sufrido, que habían detenido. Incuso las compas que fueron violadas. Tenía mucho temor de regresar a mi pueblo. Sentía que me iban a señalar, a decir que la culpa era de mi marido, que entonces estaba preso. No soportaba la idea de que sucediera ese reclamo. Fue todo lo contrario, me recibieron con los brazos abiertos”

La recibieron con los brazos abiertos porque la resistencia continuó a pesar de lo sufrido. La resistencia está viva aún hoy, en contra del aeropuerto en esas tierras del Estado de México.

“Como mujer me ha tocado vivir cosas difíciles. Me indigna, porque creo que nos han arrebatado la armonía, la felicidad. Pero el apoyo que recibí fue impresionante. También de los varones, que se organizaban para cuidarme. El apoyo de los jóvenes fue importante, aún con el riesgo que implicaba. Llegaban como diciendo, si ya los golpearon a ellos ni modo que nos pueden hacer lo mismo y se arriesgaron. Continuaron la lucha.

Hay una fuerza muy grande dentro de mí, que me llama a continuar, a seguir adelante. A saber que tengo razón, que tenemos la razón y no tenemos por qué quedarnos paralizados solamente porque ellos así lo dispongan.”

Pero en el final de la conversación, sobreviene nuevamente el dolor, ante el asesinato de Berta Cáceres, defensora hondureña de derechos humanos, cara visible de los cientos de movimientos de resistencia indígena articulados en torno al Copinh.

“Vi la noticia de la muerte de Berta. Me indignó. Te callan. Ante la verdad, te callan. No soportan que alguien como nosotros, a quien ellos ven como tontas, o ignorantes, los ponga en su lugar, que ponga en evidencia la responsabilidad de los de arriba en la violencia. Es el amor que le tienes a tu familia lo que empuja y la responsabilidad de no quedarte quieta ante el abuso y las violaciones. No quedarte callada. Puede que a los que vengan les toquen cosas peores, pero al menos tendrán como referencia tu ejemplo de lucha, de perseverancia, convicción, honestidad. Eso es lo importante”