El nuevo progresismo: Dos pactos, cuatro tesis.

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A l@s que murieron con la mochila puesta.

 
Sus dos primeros hijos han sido los pactos, el del Conrad, firmado con la llamada “clase empresarial”, que se apropia de alrededor del 40% del ingreso nacional,  y el de Durazno, contraído con el conocido “brazo armado”, el mayor beneficiario del presupuesto nacional. 

El “pacto del Conrad” despertó los más entusiasta aplausos en los círculos aúreos  del  Plata, porque ha espantado dudas y temores, porque ha ofrecido garantías a la reproducción ampliada, “venid y haced la vuestra” fue la invitación extendida a las patronales en presencia de dirigentes sindicales y políticos, aplausos de buenos entendedores a quienes pocas palabras bastan.

Al Conrad se llegó recorriendo un camino de acercamientos, exploraciones, tanteos, gestos y señas como al truco, reconciliaciones, viajes en avión y bandas presidenciales pagados por el responsable de persecuciones sindicales varias, travesías en BUQUEBUS que presagian futuros viajes por la galaxia, almuerzos en la mesa  puntaesteña  de Libermann, heredero del maffioso Yabrán y padrino de Menem.  De pragmatismo está empedrado el camino de la conciliación.

El “pacto de Durazno”, por su parte, fué aplaudido por los mandos en ejercicio, los círculos de retirados militares y la más rancia derecha nacional, exorciza sentimientos de culpa en quienes hoy ocupan los más altos cargos de la democracia formal luego de haber conspirado contra ella en 1963, cinco años que Pacheco rompiera la legalidad permitida, cuando todavía funcionaba a pleno la formalidad democrática del “Uruguay Batllista”. En propios y ajenos, el acto de exorcismo trajo asombro, sorpresa  y desconcierto,  particular por la iniciativa de excarcelar, contra viento y marea,  a los viejos asesinos y violadores que comandaron los crímenes del  terrorismo de estado. 

Aunque tenga sus raíces en 1972, batallón Florida, el viaje de ida a Durazno comenzó a principios de lo ’90 en secretas reuniones con oficiales del servicio de inteligencia del ejército, pasó por conversaciones amistosas con Gilberto Vázquez, por la defensa de los asesinos del asesino Berríos, por la cerrada negativa a anular la ley de caducidad y por vaya a saber cuántos hectolitros de alcohol, transas secretas y acuerdos vergonzantes. Si algo no se ocultó fueron las intenciones de olvidar y perdonar, de poner punto final a la lucha por verdad y justicia, que cada demonio perdone al otro su mochila de pecadillos y excesos cometidos, cambalache donde todo es igual, la tortura masiva y las desapariciones forzosas que la ejecución del maestro de verdugos Dan Mitrione.

En el frenteamplismo los pactos han provocado las más dispares reacciones, desde hacer la del ñandú o apasionarse  justificando lo injustificable, hasta pretender  fundamentarlos en una misteriosa estrategia de acumulación revolucionaria. A muchos parecieron inverosímiles, sorpresivos, pero no nacieron de un repollo, no los vieron venir solamente quienes teníam cerrados los ojos, los dos pactos son simplemente  la concreción consecuente de elaboraciones previas que pueden resumirse en cuatro tesis:  

1)      En primer lugar, la que afirma que el socialismo sólo será posible en aquellas sociedades donde el capitalismo haya arribado al reino de la abundancia, es el presupuesto político que sirve de basamento a la estrategia de desarrollar el capitalismo subdesarrollado como etapa previa al socialismo. Presupuesto teórico nada novedoso, ha sido históricamente compartido por los partidos socialdemócratas del mundo entero para postergar “ad infinitum” la lucha revolucionaria. Falacia y falsificación ideológica, salvo en los países imperialistas, trabajadores y empresarios unidos para someter a los trabajadores de los países sometidos, el desarrollo del capitalismo no conduce al reino de la abundancia de bienes materiales sino , por el contrario, lleva directamente al infierno de más desocupación, más exclusión y más marginación.

2)      En segundo lugar, como Uruguay carece del capital inicial necesario para un proyecto de capitalismo nacional, se propone llenar ese vacío con inversiones transnacionales. Esta tesis promete un paraíso con  puestos de trabajo para todos, absurda trampa intelectual en la que dejan el cuero hasta los más zorros. En realidad la inversión de capital extranjero significa simplemente más botnia, más portucel, más aratiri, más iirsa, más triple play privado, más cuentas vidrio por tierra y subsuelo, más exportaciones sin valor agregado, más exoneraciones fiscales  y, perecuación de la tasa de ganancias mediante, más desocupación, más trabajo precario, más hambre y miseria.

3)      Con el objetivo de lograr un clima de paz social y tranquilidad política que ofrezca las mejores condiciones  para los negocios y la rentabilidad, la tercer tesis  imagina la construcción de un gran movimiento que trascienda los límites de todo lo conocido, abracémonos pues por encima de las diferencias de clase y de las partidarias, cantemos a coro el himno de la refundación nacional  y vayamos  concretando con “políticas de Estado” el Uruguay treinta años más viejo. Adiós barra chica, adiós barra freanteamplista, a volar por los espacios siderales embarcado en la misma nave que otrora supo conducir Juan Domingo Perón.

4)      La cuarta tesis, la última por ahora, parece pesadilla de calabozo. La tarea de refundar la Nación  precisa del basamento organizado y armado de las fuerzas armadas, esas cuya existencia aparece nuevamente cuestionada, pero que son muy eficientes en la suplencia de las tropas yanquis en Haití y el Congo, dejándolas libres para puedan ejercer su función genocida en Irak y Afganistán. A estas fuerzas armadas, falsamente denominadas nacionales, les tocan dos tareas en territorio uruguayo, por una lado recuperar simpatías participando “acciones cívicas”, las mismas cuyo contenido ha develado repetidas veces el compañero Víctor Licandro) y, por el otro, continuar disuadiendo y previniendo rebeldías de esos mismos cuya simpetía requieren. Los promotores de la refundación “a la uruguaya”, siempre le han dado mucha importancia a sus relaciones con el terorrismo de estado, perciben que el éxito de su proyecto nacional depende del respaldo de las fuerzas armadas, después de todo, comentan en corrillos, Hugo Chávez no habría logrado hacer todo lo que hizo sin el apoyo del ejército venezolano…
 

El tercer pacto

El consentimiento masivo, la creencia  ciega y los oídos sordos  definen la coyuntura política, aunque ello no sea de nuestro gusto, son las características principales de esa multitud variopinta que  marcha hacia la tierra prometida siguiendo a sus profetas, el elemento subjetivo que hace posible los pactos con la clase dominante y la casta militar, pues sin tan impresionante apoyo popular serían imposibles acuerdos tan escandalosos como los acordados en el Conrad y Durazno.

La barra de los luchadores políticos, organizados en varios partidos, conforman la columna que vertebra esa multitud en marcha, fervorosamente convencidos de ser  garantía del cumplimiento del tercer pacto, la alianza con los asalariados empobrecidos, hasta ahora promesa electoral  más que pacto.  A pesar de que llevan un par de lustros tragando monstruosas pastillas y agachándose hasta el suelo para abrazarse con espeluznantes culebras,  son el reclute más calificado desde 1990 a la fecha, porfiadamente reproducen el mensaje de los profetas, pero también son los que han sabido vestir con teoría política el giro hacia la socialdemocracia, le aportan solidez a la marcha de la turbamulta inorgánica y constituyen otro de los rasgos principales de la coyuntura.

Durante el primer gobierno frenteamplista se afiliaron a la tesis “gobierno en disputa”, disputarle el control  a los sectores de derecha del Frente.  Se proponían la restauración del  programa popular y, para ello, luchar por la conquista de la colina coordinadora primero, luego la colina plenario y finalmente el cerro Congreso. Hay que reconocer que esas barras no tan chicas alcanzaron su objetivo, revirtieron la correlación en las internas y triunfaron en las elecciones nacionales, son mayoría en todos los terrenos, en el aparato orgánico, en las bases populares y en el campo electoral.  
Derrotada la derecha, de adentro y de afuera, no les quedaba nada más que disputar, ahora sí el gobierno frenteamplista era “su” gobierno, la instalación del nuevo presidente debiera haber significado la puesta en práctica de políticas de redistribución del ingreso, anulación de la ley de caducidad, de defensa de las empresas públicas, etc.  Pasada la hora de “disputar”, estaba sonando la de hacer, pero ¡oh, sorpresa!  el candidato de la izquierda frenteamplista se transformó en presidente de la derecha frenteamplista, reafirmando públicamente, reiterada y descaradamente, que continuará la misma política económica del gobierno anterior que, a su vez, continuaba la de los que lo precedieron. Hasta los más sordos entienden.

Aún así, los luchadores políticos, viejos y nuevos, están aceptando las nuevas e increíbles explicaciones, se comen pastillas cada vez mayores y las culebras que abrazan son cada vez más fieras.  El cumplimiento del tercer pacto, el pacto con el pueblo, postergado hasta que no ardan las velas: continuará la contrarreforma agraria y la distribución del ingreso seguirá favoreciendo a los más privilegiados, seguiremos siendo los mejores pagadores de deuda externa del mundo, la verdad y justicia vuelve a ser forzosamente desaparecida, los funcionarios públicos reclaman salario y el presidente se ofrece como intermediario frente a  su propio gobierno (¿), las cárceles al ministerio de defensa reeditando la experiencia del EMR No.1,  la educación sigue esperando…

Entonces aparece otra tesis, fresquita ella, que  propone “influir” sobre el nuevo gobierno, o sea, como el presidente,  pese a ser producto de los esfuerzos de las barras chicas no de pelota, hay que presionarlo para que cumpla con la parte del discurso “te digo una cosa”. Hay que “influir” para que no “haga la otra cosa”,  excarcele a los viejitos asesinos,  olvide su promesa de transformar en colonias 250.000 hectáreas de buenas tierras, las soluciones habitacionales queden en proposiciones electorales, y la “lucha contra la pobreza” perezca de inanición en el continuismo que anunció la nueva ministra de desarrollo social. En definitiva, el “influir” sustituyendo al “disputar” simplemente como recurso ideológico para no pensar en terminar con el sistema, en luchar por la emnacipación social.

 
Catecismo y herejía

Capítulo aparte merecen los que sobrevivieron a la primer derrota, la del ’72, que salieron erguidos de los calabozos en 1985, pero vienen perdiendo por goleada en esta otra derrota, la segunda, la más profunda, la que está quebrando convicciones hasta en los más viejos guerrilleros, los que se comían los niños crudos, los que nos convocaron a dar la vida por la revolución… y muchos la dieron nomás, aunque ahora se tenga el atrevimiento de descalificar su memoria, arrojando dudas sobre si estaban o no en lo cierto al luchar por la revolución social ¡Vaya descaro!.
 Se está ofrendando nuestra historia en el altar de los pactos con la clase dominante y sus milicos. Sin embargo, es tan absurdo negar la historia, negar lo que está en las pruebas documentales, en los discursos entre 1985 y 1994, en las entrevistas y documentales donde se asumía el pasado guerrillero para recaudar fondos en Europa…que, mejor, ni hablar!  
 
Francamente creo que esta negación de sí mismos, esta especie de autodestrucción del guerrillero que fueron, es el comienzo de la tercera derrota, la derrota de los que se han adscripto a las instituciones liberales, que están conciliando a troche y moche.

Son muchísimos los que todavía siguen presos de fidelidades y emociones, se han vuelto defensores irracionales de la camiseta, pero la mayoría conservan la capacidad de pensar críticamente, algunos más, otros menos, pero se mantiene la costumbre de analizar los acontecimientos a la luz de sus conocimientos de la economía política y las ciencias sociales, del marxismo. Los más conservan  calor de brasas en sus corazones  y, aunque hayan entrecerrado sus párpados, confío en  que serán los primeros en desengañarse. En realidad,  si no fuera por la confianza en la resurrección del pensamiento crítico, no tendrían sentido estos y otros análisis que ensayo comunicar públicamente. Escribo pensando en ellos. Pensando en ellos recuerdo que la lucha contra la pobreza que promovió Raúl Sendic, estaba ligada al no pago de la deuda externa, a la reforma agraria y la estatización de la banca…al homenajear su memoria, está muy mal justificar la bajada del carro silenciando, omitiendo y tergiversando el programa propuesto por el  fundador de la guerrilla tupamara como condición imprescindible para combatir la pobreza.

La lucha contra la pobreza no puede desconocer la  naturaleza salvaje del capitalismo, creador de  miseria para los asalariados, incapaz de traer prosperidad a los pueblos, barbarie que nadie ha podido evitar a lo largo de la historia y nada indica que el nuevo progresismo vaya a ser la excepción; más allá de la excelencia de los amortiguadores que gobiernan el país, el proyecto  obvia el hecho de que los intereses de clase son más fuertes que la amortiguación política…esta es una pintura dibujada  con pinceladas esquemáticas es cierto y, por supuesto, con colores herejes, pero, sin embargo, está claro que es materialmente imposible formar una nueva sustancia uniendo el agua con el aceite, el verso de la “unidad nacional entre asalariados y patrones para terminar con la miseria” es eso, un verso, nomás.

La opción por influir en el gobierno desde adentro, más allá de la voluntad humana, implica la aceptación de  esas cuatro tesis teóricas que y de los dos pactos que fundamentan. Pactos y tesis imposibles de ignorar, están ahí, hechos sólidos y contundentes, presentes en los discursos de todos los días y en los documentos de congresos y plenarios,  concepción socialdemócrata y la estrategia conciliadora de clases, es la práctica cotidiana conque nos gobierna  el “nuevo progresismo”.

Puedo parecer un estúpido a los lectores de “Hervidero”, explicando la letra  ”A” del abecedario, lo ya evidente de por sí, lo que no necesita explicación, pero todo indica que se cumplirán los pactos con burgueses y asesinos mientras que la alianza con el pueblo asalariado y empobrecido será nuevamente postergada.

Por supuesto, el catecismo progresista se renovará con nuevos versículos…que los recite quién quiera y quién quiera se haga cómplice de la postergación de la lucha. La opción es ideológica, sigue siendo entre contribuir a adormecer las consciencias o luchar por esclarecerlas. ¿Quién influye más sobre el presidente, el pacto con los burgueses del Conrad o el discurso “entre amigos” del cementerio de La Teja? ¿Quién influye más en su cabeza, el reconfimado  pacto con los milicos o la “presión” cuerpo a cuerpo de Familiares?

Del punto de vista de la herejía se puede sospechar que los profetas estén caminando hacia el agujero moralmente más negro de toda la galaxia, cosa que no percibe ni interesa a la hinchada que los acompaña en su andar laberíntico, pero que debieran analizar quienes poseen la experiencia necesaria para hacerlo, cuesta hacerse a la idea de que tantos hermanos y tantas hermanas estén aceptando conscientemente tanto el pacto del olvido y perdón como el que decreta a la burguesía en libertad para su cacería…¿en aras de qué?