NO DEJES EL FUTURO EN SUS MANOS. Cooperación solidaria ante la crisis del capitalismo global


El trabajo de Entrepueblos y otras organizaciones que vienen apoyando a comunidades campesinas e indígenas en diferentes continentes, nos han llevado a conocer directamente las consecuencias de todo tipo del modelo de desarrollo basado en el lucro financiero, tanto para las formas de vida de dichas comunidades, como para la sostenibilidad de la vida en todo el planeta. Presentamos el libro completo para descarga directa y la excelente introducción de Alex Guillamón.
Fuente: Entrepueblos

Hoy en día vivimos con pesadumbre las consecuencias de la crisis económica en nuestro nivel de vida y en los derechos sociales adquiridos en las últimas décadas. Alguien tiene que pagar la factura de las burbujas financieras y, mientras no haya un nivel más importante, permanente y organizado de cuestionamiento social, está muy claro que no la van a pagar los que las han provocado, sino todo lo contrario.

Sin embargo creemos que es imprescindible ir mucho más allá de la crisis económica para darse cuenta que lo que estamos empezando a vivir es una crisis de un calado mucho más profundo, que cuestiona las mismas bases materiales de la anti-utopía del consumo y el lucro ilimitados, y que la vuelta a la situación anterior a 2008 es sencillamente imposible.

No se puede abordar coherentemente la intervención social tanto en nuestro país como en la solidaridad internacional, sin enmarcarlas en este contexto. Es decir, sin afrontar directamente y cuanto antes posible la necesidad de un cambio profundo, tanto en el modelo económico social y político, como en las formas más cotidianas de afrontar la resolución de nuestras necesidades materiales e inmateriales.

El abordaje de esta realidad requiere a su vez de las aportaciones que, a partir de diferentes esferas o enfoques, viene realizando mucha gente desde organizaciones, movimientos, experiencias y proyectos alternativos, en los campos de la economía, el ecologismo, el feminismo, la ciencia no mercenaria, etc.

Con el libro “No dejes el futuro en sus manos. Cooperación solidaria ante la crisis del capitalismo global”, hemos querido difundir algunos de estos puntos de vista cuyo conocimiento nos parece imprescindible para entender el mundo que estamos viviendo y, sobre todo, el que vamos a vivir en las próximas décadas. Conocimiento, como decimos en él, no para abrumarnos con las importantes amenazas que se ciernen, sino para ponernos manos a la obra despertando la solidaridad, la equidad y el cuidado de los bienes comunes (materiales y sociales), desde lo más cercano y cotidiano a lo mas global, como única alternativa frente a la dictadura antisocial del lucro.

Para ello hemos seleccionado algunos artículos, que no son mejores ni peores que otros muchos análisis que diferentes autores y autoras están dando a conocer en los últimos años, pero que nos ha parecido que se adaptaban a las características de la publicación y a la necesidad de abordar la temática desde diferentes ópticas, para que, a partir de ahí, cada quién se haga su propia composición de lugar:


A continuación, presentamos la introducción de Alex Guillamón, coordinador de Entrepueblos/Entrepobles/Entrepobos/Herriarte:

Introducción. El futuro en nuestras manos: solidaridad e internacionalismo ante la crisis global

La “Guerra Silenciosa” y los límites del crecimiento

En el año 1970 se publicaba en Perú la novela  Redoble por Rancas, de Manuel Scorza uno de los referentes del llamado “realismo mágico” latinoamericano.  Redoble por Rancas, narraba con tierna crudeza la resistencia de una pequeña aldea andina frente a la empresa minera estadounidense “Cerro de Pasco Corporation”. Fue la primera entrega de una serie de cinco títulos a los que el autor agrupó bajo el título común de  La Guerra Silenciosa. (Las demás novelas que componen este ciclo son  Historia de Garabombo el Invisible (1972),  El jinete insomne (1977),  Cantar de Agapito Robles (1977) y  La tumba del relámpago (1979). Manuel Scorza murió en un accidente aéreo llegando al aeropuerto de Barajas en 1983)

Manuel Scorza, militante de izquierdas e indigenista, había vivido de cerca las luchas de las comunidades de la sierra central peruana, a finales de los 50 y principios de los 60, por recuperar y defender sus tierras frente a la inagotable avidez de los terratenientes y de la citada “Cerro de Pasco”, heredera de la explotación minera colonial y predecesora de la actual.

¿Por qué “guerra”? Porque, aunque nadie la declaró, se trataba de un conflicto a vida o muerte entre dos sistemas de vida que no podían coexistir en el mismo territorio. Y porque, como había pasado siempre, se terminó dirimiendo por la razón de la fuerza, con todo un despliegue de violencia y muerte, y con el desplazamiento de las comunidades andinas.

¿Por qué “silenciosa”? Porque todo ello ocurría sin otros testigos que las remotas cumbres, páramos y valles andinos, sin que ni en los medios de comunicación, ni en los círculos de la política y la sociedad capitalina se registraran apenas los acontecimientos. Fue precisamente la impotencia frente a ese muro de silencio quien dictó a Manuel Scorza esas historias donde la realidad era tan grave, que el realismo no bastaba para contarla.

Perú: oro, cobre, zinc…

Si observamos el mapa de concesiones mineras del Perú, podremos constatar cómo las concesiones otorgadas ocupan gran parte del territorio peruano (concretamente el 15,56%), alcanzando tanto a la costa, como a la Sierra y la Amazonía, y afectando el 64,98% del territorio de las comunidades nativas. De las 2.258.000 Ha. concesionadas en el año 1991, se ha pasado a las casi 20.000.000 Ha. en 2010.

CONACAMI y Entrepueblos, publicado en el n 41, de la revista Ecología Política (2011) (Fuente: “Mapa de las concesiones mineras del Perú, junio 2010, Cooperación).

En 1972, el mismo año que se publicó el segundo título de la  Guerra Silenciosa, veía también la luz algo aparentemente sin ninguna relación: el controvertido informe “Los límites del crecimiento” presentado por el llamado Club de Roma. Un grupo científico interdisciplinario de 17 personas dirigido por la biofísica Donella Meadows del Instituto Tecnológico de Massachusetts analizó, a través de un modelo complejo de simulación informática llamado World3, diferentes escenarios de población, crecimiento de la economía y disponibilidad de capital, explotación de los recursos naturales no renovables, contaminación…

“Ese análisis alertaba que los recursos naturales eran limitados, y por lo tanto la apuesta a un crecimiento económico continuado llevaría a un colapso, sea por acumulación de la contaminación o por extinción de recursos. La producción industrial per capita terminaría cayendo así como la disponibilidad de alimentos y recursos, de donde la población mundial disminuiría por un aumento de la tasa de mortalidad” (Eduardo Gudynas en  “La pluralidad del desarrollo sostenible”, CLAES, Montevideo, 2008).

Como nos cuenta  Margarita Mediavilla en su artículo escrito para esta publicación, a pesar de que solamente un año después la crisis del petróleo vino a confirmar las advertencias del informe, casi nadie acabó prestando la atención que se merecía a aquel colectivo científico de “aguafiestas”.

Desde los poderes económicos y políticos las preocupaciones iban más bien en dirección contraria. Ese mismo año en la reunión del famoso Grupo Bilderberg, David Rockefeller proponía la creación de la “Comisión Internacional para la Paz y la Prosperidad”, que pasó a la historia como “Comisión Trilateral”, que se reuniría por primera vez en 1973 en Japón. Este parlamento constituido por “designación divina” (es decir, por el “dios dólar”), fue el principal impulsor del golpe de timón que puso fin a la época del “capitalismo blando” o keynesiano, surgido tras la IIª Guerra Mundial por la necesidad de un pacto social para la reconstrucción económica y la competencia frente al “socialismo real”. Había que poner fin a la ola de movilizaciones estudiantiles, populares, al poder de los sindicatos, en los países industrializados, y a las descolonizaciones y a las reivindicaciones de los llamados “Países no Alineados”. Había que recomponer la disciplina social, económica nacional e internacional. Había que dar el “sprint final” de la Guerra Fría. Es decir, había que desempolvar lo más puro de la doctrina liberal, lo que se vino a llamar el neoliberalismo.

En este contexto, se entiende que las conclusiones del Informe sobre los límites del crecimiento eran totalmente inoportunas, cuando lo que se pretendía precisamente era una huída hacia adelante.

Pero el Informe del Club de Roma tampoco hizo mayor fortuna entre las filas de la izquierda y la mayor parte de las corrientes de pensamiento alternativo de la época. En primer lugar había sido auspiciado por una institución estadounidense, lo que le hacía sospechoso de entrada. Pero, sobre todo, porque las principales doctrinas anticapitalistas, ancladas en la letra de lo que sus fundadores habían escrito en el siglo XIX, tenían como horizonte utópico sociedades de la abundancia. El fin del capitalismo y la instauración de una nueva organización social de economía planificada y sin clases sociales permitirían desplegar al máximo las “fuerzas productivas” y el consiguiente progreso económico y social sin límites de la humanidad (Este horizonte utópico semi-bíblico se refleja muy gráficamente, por ejemplo, en los “caudalosos ríos de leche y miel” que prometía y promete el himno del Frente Sandinista).

Es de justicia resaltar aquí algunas excepciones a contracorriente como la que podríamos denominar “eco-libertaria”. La editorial Ruedo Ibérico fue el espacio desde donde gente como Joan Martínez Alier o José Manuel Naredo introdujeron, desarrollaron y divulgaron en nuestro país la economía ecológica y la ecología política, Ambas estaban basadas en las ideas del rumano Georgescu-Roetgen, que formuló una sólida crítica de la economía “clásica”, por su “metafísica” en el sentido más literal de la palabra, es decir, por su obstinada (e interesada) ignorancia de la base y los límites físicos de la economía humana.

Y desde el marxismo crítico, Manuel Sacristán, fue en aquella época el gran precursor de la conjunción entre socialismo y ecologismo, y de otras tantas ideas fecundas para la izquierda emancipadora, cuyo referente fue la revista “Mientras Tanto”. Aunque no coincidiera con algunos de sus postulados, Sacristán prologó y divulgó las tesis del heterodoxo filósofo de la República Democrática Alemana Wolfgang Harich, recogidas en el libro  “¿Comunismo sin crecimiento? Babeuf y el Club de Roma” (1975), que, a contra corriente del pensamiento oficial en los países del Este, defendió las tesis de los límites del crecimiento, aunque su propuesta se basaba en un comunismo con un Estado fuerte, por considerar que solamente mediante la coerción la sociedad aceptaría restricciones al consumo de bienes.

Ambas corrientes tendieron a converger en las décadas posteriores, siendo la base del ecologismo social (desde el ámbito más teórico al más activista) que ha llegado a nuestros días (A su vez, el ecologismo social ha mantenido durante este tiempo una relación compleja de encajes y desencajes con el feminismo y la economía feminista en el imprescindible debate sobre la sostenibilidad -material y relacional- de la vida, dando lugar a diferentes, e incluso contradictorias, versiones del ecofeminismo).

Paraguay: soja transgénica

El año próximo (2010), serán cuatro millones las hectáreas plantadas con soja en Paraguay, lo que supera ampliamente el 50 por ciento del total de área de cultivo de ese país. Las cifras asustan. Unos 70 mil campesinos por año abandonan sus tierras por el avance de la soja. El 80 por ciento de la producción es transgénica. Son millones los litros de glifosato que envenenan la tierra y arrasan con las comunidades.

(Entrevista a Pablo Palenzuela, Sobrevivencia – Amigos de la Tierra Paraguay, Radio Mundo real, Octubre 2009)

El 92% de la soja que importa España se destina a la alimentación animal. La soja es el principal componente proteico de los piensos con los que alimentamos a los animales de producción intensiva. Todas nuestras necesidades de soja se satisfacen gracias a la importación.

(Veterinarios Sin Fronteras, Cuando la ganadería española se come el mundo. Tribunal de la soja. Barcelona 2006.)

Subrayar hoy estas aportaciones no es única ni principalmente un ejercicio de memoria histórica, sino una referencia imprescindible para el pensamiento y la acción transformadoras ante los problemas que nos toca abordar en el actual contexto, desde lo más local a lo más global.

Ecologistas en Acción es la principal expresión organizativa social de este movimiento, por esto nos parecía imprescindible recoger en esta publicación su análisis frente a la Crisis Global, representado en el artículo de  Yayo Herrero.

Una vez salvadas esas excepciones, la conclusión principal es que el Informe del Club de Roma, que había surgido desde instituciones científicas del propio sistema con la pretensión de generar un debate entre las élites gobernantes sobre el futuro del capitalismo y de la humanidad, acabó siendo algo tan marginalizado, que prácticamente sólo encontró cobijo entre las filas del emergente movimiento ecologista.

No vamos a contar aquí lo que siguió. De lo que se trata es de subrayar que, visto con la perspectiva de 2012, los 40 años que siguieron fueron cuatro décadas perdidas, cuatro décadas de agudización de la inequidad, del saqueo y el latrocinio legal e ilegal, cuarenta oportunidades conscientemente desperdiciadas de corregir el rumbo. Cuarenta años de “neoliberalismo” (de derechas y de “izquierdas”), de deudas externas, de ajustes estructurales, de privatizaciones, de liberalizaciones de mercados, de hipotecas, de “desarrollo sostenible”, de “desregulaciones”, de acumulaciones obscenas de riqueza, de “capitalismo de casino”, de estupidez humana hecha política (de derechas y de “izquierdas”), etc. Siguiendo el símil bíblico, cuarenta años como los cuarenta días del Diluvio Universal… Con la diferencia que, por ahora, no sólo no se atisba el arco iris, sino que arrecia la lluvia.

Después de 40 años de lucro sin límites. Más allá de la huella ecológica

Transcurridos esos 40 años hoy, la “Guerra Silenciosa” por la ocupación del territorio de la que hablaba nuestro amigo Manuel Scorza ha adquirido una dimensión global. Globales son tanto la “guerra” de conquista, como su estruendoso “silencio”. Los partes de esta guerra o no nos llegan, o su significado queda confundido entre el ensordecedor “ruido informativo”. O quizás sea que “los partes” no nos dejan ver el “todo”… Hay quien la define también como “la última conquista”. Me parece una definición acertada por cuanto nos hace conscientes de que hoy el capitalismo real está llegando a los confines, a sus últimas fronteras, o a los límites de los que hablaba el Club de Roma: los últimos pueblos indígenas que después de 500 años quedaban por colonizar, los últimos territorios y ecosistemas que quedaban por saquear, los últimos yacimientos de todo tipo de “recursos” o bienes comunes (tanto de nuestra generación como de las futuras), que quedan por agotar…

Indonesia: palma de aceite para agrocombustibles

En el año 2004 y 2005 la organización “Amigos de la Tierra” de Gran Bretaña publicó un informe sobre el impacto de la producción de aceite de palma. Afirmó que “la explotación de plantaciones de aceite palma fue responsable de un 87% de la deforestación de Malasia”. En Sumatra y Borneo, unos cuatro millones de hectáreas de bosque se han convertido en tierra de cultivo de palma. Ahora se proyecta despejar unas seis millones más de hectáreas en Malasia, y 16,5 millones en Indonesia. (…) Los bosques de Indonesia desaparecen a un ritmo de 3,8 millones de hectáreas por año, y la tierra convertida a plantaciones de palma aceitera se ha duplicado durante la última década a casi 5 millones de hectáreas –una superficie equivalente a la de Costa Rica.

(Begoña Carrera Ríos y Tom Kucharz, Ecologistas en Acción, La insostenibilidad de los monocultivos agro- industriales -mayoritariamente destinados a la exportación- como la palma de aceite. Madrid, noviembre de 2006)

A lo largo de este artículo insertamos varios cuadros con diferentes ejemplos, simples muestras de lo que significa esta “Guerra Silenciosa global”.

Con el esquematismo forzado por la brevedad podríamos definir tres espacios interrelacionados, que conforman el modelo actual de globalización y deslocalización, mediadas por el lucro, de la producción de bienes y servicios.

En un primer espacio tendríamos los escenarios de la extracción industrializada y transnacional de los recursos (bienes): energía, minerales, maderas, alimentos, recursos biogenéticos, “servicios ambientales”, mano de obra, etc. Son espacios naturales y escenarios rurales, donde este modelo extractivista, como hemos dicho, necesita arrebatar territorios y yacimientos a las comunidades campesinas y/o indígenas que los habitan. En estos territorios la dinámica endógena y la extractivista no caben al mismo tiempo. Y la correlación de fuerzas está muy clara. Como nos contaba Manuel Scorza en los años 70, el resultado es el progresivo desplazamiento y despojo de las comunidades campesinas e indígenas, así como de sus formas de vida tradicionales, con la consiguiente degradación de los ecosistemas.

En estas últimas décadas las comunidades campesinas y/o indígenas no se han limitado a la resistencia, sino que han intentado organizarse, rearmarse de razones y alternativas. Conceptos como el de la soberanía alimentaria (acuñado por la Vía Campesina) o el “buen vivir” (desarrollado por los pueblos indígenas de América desde la reconstrucción de su cosmovisión)  son el resultado de durísimas luchas, de largos y complejos procesos de rescate de saberes para, a partir de ellos, argumentar sus resistencias ante los poderes políticos y económicos y construir alternativas a la lógica capitalista. Con múltiples contradicciones, ensayos y errores, con un creciente protagonismo de las mujeres e interesantes aportaciones como las del “feminismo comunitario”, estas comunidades están construyendo dinámicas que nos demuestran que ésta no es una pugna entre “atraso” y “progreso”, como intentan hacernos creer desde el desarrollismo de derechas e izquierdas, sino entre la razón social y la razón lucrativa.

República del Congo: coltán y diamantes

La parte más importante de los minerales utilizados para producir teléfonos móviles proviene de las minas situadas al este de la RDC. El mundo occidental está comprando los llamados minerales del conflicto y por este motivo financia una guerra civil que, según las organizaciones de derechos humanos, es la más sangrienta desde la Segunda Guerra Mundial (más de 5 millones de personas han perdido la vida y más de 300.000 mujeres han sido violadas). La violencia continuará mientras grupos armados puedan financiar su guerra particular vendiendo minerales.

(Campaña “No con mi móvil”, Barcelona, 2012)

Hoy existe un círculo perverso de explotación de los minerales en la RDC. Los diamantes, por ejemplo, van hasta Sudáfrica o a la República Centroafricana, para después ir a Israel o Bélgica, donde están los mayores mercados de diamantes del mundo. El coltán viaja hasta Tanzania o Kenia; de ahí va a otros países como China, Rusia, Bielorrusia, donde el mineral es transformado en microprocesadores por la industria siderúrgica. A su vez, estos microprocesadores viajan a otros países como Japón, EEUU, Noruega o cualquier otro país occidental donde están las grandes empresas de fabricación de telefonía móvil.

(Josep Mª Royo Aspa: “En la República Democrática del Congo sólo se ha alcanzado una paz sui géneris”, Revista Pueblos 2011)

Hay un segundo espacio donde estamos lo que alguien ha denominado “la clase consumidora global”:

“Más de 1.700 millones de habitantes del planeta conforman la categoría global de la «clase consumidora». En el reverso de la moneda figuran los 2.800 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares al día” (…) “en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas” (Informe Worldwatch Institute 2004 / “Más ricos, más gordos, pero no más felices”).

Este concepto viene a romper con el modelo esquemático Norte/Sur para integrar el dato de la existencia de élites y clases medias consumidoras no solamente en América del Norte, Europa y Japón. Dicho con un ejemplo: la salida al mercado del último modelo de IPod genera ansiosas colas en los centros comerciales de Chicago, Berlín, Madrid, Tokio…, pero también de Shangai, Sao Paulo, Yakarta, Johannesburgo o Delhi… Pero en cualquier caso, quienes tienen acceso a él apenas superan el 20% de la humanidad.

A este respecto nos ha parecido muy interesante incluir en esta publicación las reflexiones de  Pedro Prieto en forma de “mensaje a los indignados occidentales”.

Una de las principales consecuencias de la crisis financiera iniciada en Estados Unidos en el 2008 será sin duda, la disminución a muy corto plazo de esta capacidad consumidora para amplios sectores de la Europa del Sur.

Una de las características de la gente que forma(mos) parte esta “clase consumidora” es que, consciente o inconscientemente considera como algo normal o natural el hecho de que prácticamente todo lo que necesita para satisfacer sus necesidades materiales (tanto las más básicas, como las más superfluas) esté constituido a partir de materias primas o recursos extraídos de territorios, regiones, países y continentes ajenos.

Esta falta de conciencia sobre la deslocalización de todo lo que consumimos implica una doble ignorancia:

Y en medio de los dos escenarios anteriores están quienes se llevan realmente la tajada. Quienes controlan, organizan y dirigen la extracción y producción de bienes y servicios deslocalizados. Pero, sobre todo, quienes invierten en estos descomunales negocios, que se esconden tras la misteriosa denominación de “los mercados”. También están las empresas que prestan la logística a dichos procesos (grandes infraestructuras, comunicaciones, telecomunicaciones, etc.). Y, cómo no, quienes, desde gobiernos, judicaturas y organismos internacionales les dan legitimidad mediante leyes, tratados y acuerdos. Quienes fabrican necesidades, deseos, prohibiciones, sueños, pesadillas, adicciones, seducciones, miedos, neurosis, euforias, premios y castigos, desde la publicidad, la comunicación social o la religión. Y, finalmente quienes mantienen la disciplina de la violencia, tanto la “estructural”, como la concreta: ejércitos y cuerpos de seguridad, públicos y privados, legales e ilegales, terroristas y antiterroristas, fuerzas del “Bien” y fuerzas del “Mal”…

Amazonía ecuatoriana: petróleo

En la Amazonía ecuatoriana se encuentran destinadas cerca de cuatro millones de hectáreas de bosque húmedo tropical para la actividad hidrocarburífera. Están concesionados 15 bloques a 11 transnacionales. La empresa estatal Petroecuador ocupa aproximadamente 700.000 ha. con sus operaciones en 10 campos.

(Soledad Vogliano, en Proyecto Cultura y Ambiente, Conflictos socioecológicos, Combustibles fósiles, Ecuador – extracción petrolera en la Amazonía)

Otro mundo no es posible sin la solidaridad internacional

Víctor Toledo se pregunta en su artículo si “otro mundo es posible”. A estas alturas esta es una de las preguntas más pertinentes. Primero porque el “buenismo” de este famoso lema del Foro Social Mundial ya se va mereciendo un meneo crítico. Y por otro lado, porque antes, aunque sea implícitamente, Víctor ya deja constancia en su texto de lo único que nos ha quedado realmente claro: que “este” mundo es imposible.

Pero la respuesta a esa pregunta no depende principalmente, aunque también, de establecer exactamente las reservas de petróleo, ni la previsión exacta de grados de aumento del calentamiento global, ni de encontrar la piedra filosofal de la energía inagotable. La causa primera de la crisis global no es el agotamiento de determinados recursos, sino el error de otorgarle al dinero (y al poder a él asociado) el papel omnímodo de intermediación en todas las esferas de intercambios y relaciones inter-humanas, así como entre la humanidad y la naturaleza.

La respuesta fundamental no es, pues, técnica, sino cultural, social y política. Depende, sobre todo, de la capacidad humana de “re-acción”, emancipación, solidaridad y cooperación, individual y colectiva, local y global.

Después de estas últimas décadas de desarticulación sistemática de lo colectivo y lo público, ¿conserva nuestra sociedad suficientes “yacimientos” de todas esas capacidades? Las reservas que nuestra sociedad global pueda albergar todavía de solidaridad, creatividad, respeto y cuidado de la vida son una incógnita más difícil de determinar que los yacimientos de recursos naturales. Pero a la vez, más decisiva ¿Hemos superado ya el “pico de la solidaridad” o la solidaridad es un recurso renovable y hay que ver si somos capaces de “reciclarlo”?

Los mensajes de los poderes económicos, políticos y mediáticos ante la crisis insisten en desactivar al máximo todos los resortes posibles de la solidaridad, tanto próxima como internacional. Incluso algo tan retórico y contradictorio como han sido las políticas públicas de cooperación internacional, ha sido prácticamente borrado del mapa a las primeras de cambio con la poco edificante idea de que en época de crisis “lo primero es lo nuestro”. Tanto por parte del Gobierno central, como de las Comunidades Autónomas o municipios, y por parte de los principales partidos con responsabilidades de gobierno el mensaje a final de cuentas ha sido: “hay que elegir entre nuestras pensiones o la cooperación internacional”.

El mensaje ante la crisis que se emite desde el poder es de miedo, “repliegue” y desconexión, de que cada quién procure por “lo suyo”, tanto a nivel individual, como colectivo. Es decir, todo lo que haga falta para asegurarse de que no se entienda nada de la crisis global que estamos empezando a transitar, ni se atisben posibles alternativas. Si estos son los mensajes ahora que solamente se percibe la dimensión económica de la crisis, ¿qué será cuando la cosa vaya “a mayores”?

En este momento de desmantelamiento y privatización de las políticas públicas de cooperación, es decir, de desentendimiento de todos los compromisos de restitución hacia los países y las poblaciones empobrecidas a través de siglos de colonialismo y despojo, incluso nos hace falta recordar que el internacionalismo, la solidaridad internacional, no nació de ninguna convocatoria de subvenciones, ni desaparecerá con ellas.

(También hace cuatro décadas de ese exiguo y contradictorio compromiso que nunca se llegó a cumplir y que hoy se pretende liquidar:

Asamblea General de las Naciones Unidas, Resolución 2626 (XXV) de 1970. “Todo país económicamente desarrollado se esforzará por efectuar cada año a partir de 1972 una transferencia de recursos financieros a los países en desarrollo igual al menos, en pagos efectivos netos, al 1% de su producto nacional bruto a precios de mercado. Los países desarrollados que no pueden llegar a ello en 1972 se esforzarán por conseguir este objetivo en 1975, lo más tarde (¡!).

Urbanización insostenible: la crisis anunciada e ignorada

España crece en términos económicos, mejora el bienestar social de sus habitantes y el progreso nos coloca entre los países más afortunados del mundo. Sin embargo, ese crecimiento se cimenta sobre bases insostenibles, o dicho de otro modo, ‘pan para hoy, hambre para mañana’: un uso intensivo de la energía, alta generación de residuos, urbanización galopante del suelo y emisiones contaminantes incontroladas que alimentan el cambio climático. (Ministerio del Medio Ambiente, “Perfil Ambiental 2005”).

La urbanización y la construcción son las principales causas de destrucción del territorio. Entre 1987 y 2005 la superficie urbanizada en España se incrementó en un 40%. En regiones como Madrid, Comunidad Valenciana y Murcia llegó al 50%.

Como resultado de esta actividad urbanística “frenética”, España es el país con el mayor parque inmobiliario de la Unión Europea, aunque “paradójicamente” es donde se registran más dificultades para acceder a la vivienda. Así, la construcción masiva que se llevó entre 1987 y 2005 vino acompañada de un incremento en el precio de la vivienda de un 250% y el endeudamiento familiar alcanzó el 125% de la renta disponible.

(…) la mayor parte de los promotores son los ayuntamientos o los gobiernos regionales.

(Ecologistas en Acción, “Ni un metro más de hormigón”, 2007).

Quienes en las últimas décadas hemos dedicado nuestros esfuerzos de forma organizada a la solidaridad internacional desde una óptica crítica y emancipadora, sabemos que, por infinitas razones, la solidaridad, el internacionalismo, la ciudadanía global no son “temas” diferentes a los que se debaten y luchan en nuestra sociedad. Más bien constituyen una dimensión fundamental y obligada a la hora del análisis y la acción transformadora en todos sus ámbitos: la economía, la educación, la equidad entre mujeres y hombres, la crisis rural, los derechos laborales, el medio ambiente, la libertad sexual, las migraciones, etc.

Una de nuestras principales aportaciones a esta imprescindible “reacción” social puede y debe ser la de substituir el olvido o la indiferencia, que a menudo se da incluso en sectores alternativos, por la empatía y el aprendizaje mutuo entre diferentes procesos y experiencias emancipadoras, por el compromiso de no abandonar a quienes, desde diferentes “localidades” invierten su vida en defender “lo suyo” y lo “nuestro”, es decir, el futuro común.

Las comunidades indígenas que en diferentes contextos y continentes defienden los bienes naturales frente al desarrollismo, consciente o inconscientemente, no solo defienden su futuro, sino también el nuestro. Quienes en diferentes partes del mundo están desarrollando con éxito, por ejemplo, experiencias avanzadas de agricultura urbana están abriendo un camino que tarde o temprano deberemos  transitar para un replanteamiento a fondo de nuestra relación con el territorio.

Quienes en diferentes países, las organizaciones de mujeres a la cabeza, están llevando a cabo diferentes formas de apoyo mutuo, reciprocidad y solidaridad colectivas para resolver los más variados aspectos de la vida cotidiana, son gente de la que tendremos mucho que aprender.

Deberemos abrir los ojos a estas experiencias y, quienes llevamos años en contacto con ellas podemos y debemos ayudar a tender estos puentes directos. Porque “afortunadamente, en todas partes del mundo hay también gente que trabaja comprometida e infatigablemente por encontrar formas viejas y vanguardistas al mismo tiempo de producir alimentos, de ofrecer e intercambiar servicios, de cuidar los bienes naturales comunes, de defender practicándolos derechos y libertades, de tejer convivencias, de construir ciudadanía activa y responsable, de repartir mejor los cuidados y los afectos, de comunicar ideas y proyectos, de crear pensamiento libre y realmente científico, de contagiar la sonrisa del compromiso, de vincular y retroalimentar internacionalmente estas experiencias”. (Mirando atrás para ver hacia delante, Entrepueblos: 20 años de cooperación solidaria, editado por Entrepueblos, 2008).

Y, esa es la principal aportación que hoy podemos y debemos hacer con políticas o sin políticas públicas de cooperación internacional, con “subvenciones” o sin ellas, interrelacionándonos con los diferentes movimientos sociales emancipadores.

Podemos y debemos contribuir a reparar los “cortocircuitos” que el sistema produce en la solidaridad internacional, en la conciencia sobre la dimensión internacional de las causas, los efectos y las posibles alternativas de la crisis multidimensional que estamos viviendo. Cortocircuitos terribles como los que también se producen, por ejemplo, cuando sindicatos con influencia entre miles de trabajadores y trabajadoras salen en defensa de REPSOL ante su nacionalización en Argentina, en lugar de reclamar su nacionalización también en nuestro país.

Habrá que reconstruir el concepto de responsabilidad global, ya no como realidad virtual fabricada con “sabor a realidad” a medida del poder, sino como conexión entre diferentes realidades locales, en las que diferentes colectivos y seres humanos, mujeres y hombres, de diferentes continentes, a quienes mueven sueños, intereses y necesidades similares, se esfuerzan (incluso se arriesgan) por cuidar y defender la sostenibilidad de su vida y de las de sus semejantes.

La deuda ecológica

“(…) La biocapacidad de España en 2007 (últimos datos conocidos, a partir de los cuales se elaboran los índices que se aplican ahora) se eleva a 1,61 ha. globales por habitante, pero en realidad la economía española consumió ese año 5,42 ha. globales por habitante. Esa cifra marca lo que se conoce como “huella ecológica global”. Eso significa que España tiene un déficit ecológico global de 3,81 ha. por habitante, la cantidad de terreno ecológico que consume sin que sea posible regenerarlo. “

(…) En las últimas décadas se ha incrementado el consumo de recursos naturales, reduciendo la capacidad del planeta de proveernos de bienes y servicios y poniendo así en peligro las bases de nuestro sistema económico y social (…)”.

“(…) Una de las razones que explica la crisis financiera es que el sistema se basa en una imagen distorsionada de la realidad. No visualiza el auténtico valor, el coste de los productos. Y los actuales sistemas económicos tienen el mismo problema: son incapaces de reflejar su verdadero impacto social y medioambiental. El PIB no nos dice nada acerca del estado del medio ambiente, de la felicidad de la gente o de las desigualdades. El sistema económico cuenta como beneficios lo que en realidad son pérdidas para la riqueza natural (…)”.

Calendario de la Huella Ecológica, New Economics Foundation, Londres 2013

Este compromiso global debe estar enraizado, por lo tanto, mediante una imprescindible re-localización. En casi todos los ámbitos de nuestras vidas las alternativas a esta crisis global multidimensional pasan ineludiblemente por una  transición que nos permita resolver cada vez más nuestras necesidades materiales e inmateriales en base, en primer lugar al descenso de nuestros requerimientos de consumo material y, en segundo lugar al aprovechamiento responsable de los bienes naturales y sociales disponibles en nuestro entorno relativamente cercano. Es decir, en una transición hacia la no dependencia y el no abuso de bienes extraídos de territorios ajenos. No solamente porque es injusto, sino también porque será totalmente inviable. El famoso artículo de  Norman Church que presentamos en esta publicación no deja dudas al respecto.

En un periodo de crisis y de desplome de referencias sociales y políticas como el que empezamos a  transitar, potenciar desde lo público la responsabilidad ética autónoma, los cuidados, la reciprocidad y el respeto hacia las personas, hacia los colectivos y hacia los bienes comunes, es la única forma de encontrar alternativas para una humanidad digna y justa, pero también un importante antídoto contra el ascenso de todo tipo de autoritarismos, como los que asoman por todas latitudes.

No es casualidad que en estas últimas décadas de dominio neoliberal, el aumento sustancial de las inequidades y el reparto desigual de la riqueza hayan coincidido con el resurgimiento de la influencia cultural, social y política de toda clase de conservadurismos ideológicos y religiosos de diferente signo, pero coincidentes todos ellos en su ensañamiento contra la autonomía de las mujeres y contra la libertad sexual.

Tan injusto e insostenible es hacer recaer la satisfacción de nuestras necesidades materiales en otros pueblos y territorios, como hacer recaer la responsabilidad en la satisfacción de las necesidades relacionales, afectivas y de cuidado de las personas solamente en una parte de la comunidad, en las mujeres. De esta vinculación entre ambos sentidos de la  sostenibilidad de la vida hemos aprendido mucho en estas últimas décadas de la economía feminista y del debate entre feminismo y ecologismo. Por eso nos ha parecido importante contar en este libro con reflexiones como la de  Amaia Pérez Orozco.

Las personas, organizaciones, instituciones y colectivos humanos (incluidos los más “alternativos”) que “aprenden” a aceptar, normalizar, justificar y promover la discriminación, los privilegios, los abusos y las violencias patriarcales hacia las mujeres, están “preparados” para aceptar, justificar y promover cualquier otro tipo de discriminación. Porque están también preparados para aceptar toda clase de mecanismos de control social, conservadurismo ideológico, para la represión de la autonomía de las personas en sus proyectos de vida, y especialmente de la libertad sexual.

Cadenas globales de cuidado

Quién debe cuidar, a quién, cómo, a cambio de qué, etc. no han sido cuestiones pública y políticamente negociadas, sino remitidas al margen de supuesta libertad de lo privado. Sin embargo, las respuestas a esas preguntas no son un resultado de la negociación individual en cada casa, sino de la operación de criterios éticomorales muy vinculados a las relaciones de género de desigualdad y a la distribución macrosocial de los trabajos.

(…) Cuando los cuidados no están ni social ni económicamente valorados, realizarlos recae en quienes tienen menor capacidad de elección o decisión (falta de alternativas, de recursos, de poder de negociación, etc.). Como afirma Mª Jesús Izquierdo “se huye del cuidado como de la peste” (2008).

De ahí la segmentación por sexo, etnia y estatus migratorio prototípica de este sector laboral y el reparto de los cuidados en el seno familiar por ejes de poder (de género y generación sobre todo).

(…) La asociación entre cuidados, desigualdad y exclusión de la ciudadanía no es nueva, pero sí está adquiriendo una nueva dimensión global, en la medida en que su internacionalización va unida a su mercantilización.

La conformación de las cadenas globales de cuidados (…) atraviesan también los modos transnacionales de pertenecer; la migración cambia la propia noción de qué es cuidar bien, quién y cómo debe hacerlo y para quién.

Amaia Pérez Orozco, “Cadenas Globales de cuidado ¿Qué derechos para un régimen global de cuidados justo?”, INSTRAW, NN.UU., 2010

Por eso es posible y necesario un abordaje multidimensional que integre los mecanismos de explotación, dominación y dependencia tanto en lo que respecta a los ámbitos de satisfacción de las necesidades sociales materiales, como a los ámbitos de la socialización y el cuidado entre las personas. Y que integre también la construcción de propuestas alternativas trenzando las fuerzas de emancipación. En todo esto también se requiere un análisis intercultural y el rescate de experiencias surgidas de otros pueblos y latitudes, no para copiar, sino para enriquecer nuestro propio camino hacia lo que los movimientos sociales en América Latina denominan el “post-desarrollo” o el “sumak kausay” (vivir plenamente). El artículo que incluimos de  Eduardo Gudynas  sintetiza buena parte del intenso debate que hoy se da social y políticamente en todo ese continente.

En las páginas que siguen hemos querido sintetizar un conjunto de análisis y reflexiones, que nos parecen relevantes para hacerse un escenario sobre los retos a los que se enfrentan nuestras sociedades y, sobre todo, para tener una visión integral de los mismos. Eso ya lo hizo más profunda y sistemáticamente el compañero Ramón Fernández Durán en su último ensayo  “La quiebra del capitalismo global 2000 – 2030”, a quien no podemos dejar de recordar en estos momentos. Aquí hemos adoptado un formato más divulgativo, recogiendo artículos y aportaciones, como pinceladas, que se adaptaran a los objetivos de la publicación.

Con ella no pretendemos abrumar, sino precisamente, todo lo contrario: alumbrar y hacer un llamado a la “re-acción”. A abandonar la autopista del binomio desarrollo/lucro como medida de todas las cosas, para construir nuevos/viejos caminos colectivos y solidarios. Como decía el año pasado el lema de una campaña de la izquierda social en Guatemala: “si no hay camino, lo haremos”.

Descargar la publicación “No dejes el futuro en sus manos. Cooperación solidaria ante la crisis del capitalismo global