Ojarasca 230, junio 2016


UMBRAL

La reunión de los ejemplos.

La situación, como le dicen, está dura para los pueblos de América. Del Bravo al Bío Bío (y más arriba, y más abajo) no es tanto lo duro como lo tupido de los embates. Las democracias que habían avanzado en sentido popular reciben palo tras palo de la derecha, el imperialismo y sus propias equivocaciones. Otras democracias, las que retroceden sistemáticamente, como la mexicana con todo y su dichosa “transición” de costoso maquillaje, son por ende los escenarios primordiales de la guerra del Poder Único contra el Universo. En las Américas tal poder es colonialista, ávido de recursos y territorios, hostil, si no indiferente, a las vidas humanas que vivan ahí.

Eso que damos en llamar “gobiernos” atraen a las empresas inversoras, las cobijan, acomodan las leyes a sus requerimientos productivos, o más bien destructivos en cuanto extractivos. En sierras arrancadas, valles pavimentados o envenenados, ríos represados o desaparecidos, costas vueltas cementerio como Chiloé y Quintana Roo, en los vientos secuestrados con todo lo que abajo soplaban y hoy están acuchillando el Istmo de Tehuantepec. En la invasiva multitud de minas a cielo abierto.

El crimen organiza la devastación y la descomposición. Para eso está organizado. Las policías de México, Honduras, Colombia o Chile son el problema, no la solución. Los partidos quedan en ollas pestilentes de intereses particulares. Los congresos nacionales obran como palafreneros de las trasnacionales. Miente el Estado en Panamá y Colombia, México, Perú, Guatemala. Para allá van Brasil y Argentina. En el vasto Aquí mandan los bancos de España, Wall Street, Alemania, Holanda, Londres, China. Mandan las mineras marca “Canadá”, las muchas más de siete “hermanas” petroleras, los productores agrícolas en serie y las grandes vendedoras de basura: Coca Cola, Monsanto, Bayer, Cargill.

Pero.

Pero afortunadamente hay pero y hay reparos. La Minga colombiana, la encendida reivindicación mapuche, las oposiciones territoriales en la comarca ngäbe buglé y el territorio lenca. En nuestro país la línea de la resistencia pasa por Xochicuautla, Atenco, buena parte de Oaxaca y Chiapas, los nervios adoloridos de la Montaña en Guerrero, Ostula, Cherán, las sierra de Veracruz y Puebla, los yaqui. Los maestros libres. Los normalistas rurales. Contra garrote y marea se mueven, argumentan, litigan, marchan y no se doblan. La reunión de los ejemplos revela una lucha que es necesaria y en los pueblos originarios encuentra quien las dé y nos mantenga alertas cuando las adormideras consumistas, electorales, caritativas y de puro miedo parecen definitivas.

Estos ejemplos ofrecen experiencia y enseñanza. Mientras sus sociedades dominantes los ven como nudos opuestos al cambio y el progreso, los pueblos originarios, afrodescendientes y campesinos de América Latina van un paso adelante, no atrás de las decadentes naciones donde habitan, laboran y cuidan la Tierra. En junio, en Ojarasca, comparten sus claves los que no han sido derrotados.